Con Tristán e Isolda se cierra el V Festival del Mediterráneo. No nos cansaremos de decir que el Auditorio Superior del Palau de les Arts no es el sitio idóneo para ofrecer conciertos sinfónicos, mucho menos óperas en versión concierto, y aún menos si estas son semiescenificadas, a ver si algún día nos hacen caso y trasladan definitivamente toda la programación a la Sala Principal, saldríamos todos granando. Este Auditorio no sé si es más bonito que inútil, al revés o tan bonito como inútil.
Ayer se estrenaba Tristán e Isolda, por fin otro título de Wagner, un acontecimiento, padecíamos sequía wagneriana en Les Arts, habíamos comenzado muy fuerte con un Anillo y un Parsifal antológicos pero al final todas las esperanzas que teníamos en que Valencia se convirtiera en el centro wagneriano del sur de Europa se diluyeron, creo que se perdió una oportunidad, también es verdad que el público de Valencia no responde muy bien a este tipo de oferta operística, le tira más la ópera italiana o francesa. Si hay que llenar el teatro de aficionados locales, Wagner, lamentablemente, no es lo más adecuado. Tampoco es menos cierto que cuando se programaron las óperas citadas más arriba el Palau de les Arts tuvo repercusión mediática y afluencia de visitantes foráneos.
Se había anunciado que la ópera se ofrecía en versión concierto, sin embargo no ha sido así, tampoco se puede decir que haya sido semiescenificada ¿qué ha sido entonces? Una cosa rara que ha convencido a pocos. La labor del equipo formado por Alex Aguilera (movimiento escénico y dramaturgia), Manuel Zuriaga (escenografía) y Antonio Castro (iluminación) me ha parecido meritoria y el público les ha correspondido con el aplauso. Sobre el escenario estaba situada la inmensa orquesta requerida y detrás, elevada, en el lugar destinado al coro, se ha construido una plataforma azul con una especie de balcón figurando las amuras y proa de un barco, detrás una pantalla sobre la que proyectar dibujos abstractos y colores. Lástima que algunos cantantes (Hunter Morris y Wilm Schulter, Tristán y Kurwenal respectivamente) no conocían sus papeles de memoria porque al estar pegados a la partitura ha impedido mayor libertad escénica, aún así este problema ha sido resuelto satisfactoriamente por Alex Aguilera.
¿Por qué decía entonces que ha convencido a pocos? Porque el Palau de les Arts tiene una magnífica Sala Principal idónea tanto por la acústica como por el espacio escénico para ofrecer ópera semiescenificada, porque situar a los cantantes detrás de la orquesta no ha favorecido la adecuada proyección de sus voces, porque el coro no tenía sitio en el que colocarse y cada vez que intervenía tenía que salir corriendo al escenario para colocarse en un pequeño espacio lateral, provocando distracción en el público, otras veces se abría una puerta y cantaba desde el interior, desde la sala no se escuchaba con suficiente claridad, restándole protagonismo y efecto musical. En este sentido podemos hablar de que ha sido un auténtico desastre y lo peor de todo es que podría haberse evitado. Todos, público e intérpretes, podríamos haber estado más cómodos.
No me gusta sacar de paseo a los espíritus de los compositores pero hay que reconocer que la propuesta de Les Arts es absolutamente antiwagneriana, si en el teatro que diseñó el propio compositor se introduce a la orquesta en el foso bajo el escenario, aquí la orquesta se erige en protagonista , si los cantantes en Bayreuth se benefician por la proyección de la voz al estar en primer plano, aquí se les perjudica colocándolos detrás, mejor hubiera estado, desde un punto de vista musical, que, como es lo habitual en versiones en concierto, los cantantes hubieran estado en primera línea, pero ya hemos visto que esto era una cosa rara, no sé de quién habrá sido la idea de optar por esta solución.
Los problemas han venido por la parte de la pareja protagonista. Nunca ha terminado de convencerme Jennifer Wilson, es una cantante que no me transmite nada, pero nada de nada, ahora ya no exhibe aquellos agudos tan afilados que tanto nos sorprendieron y gustaron en el Anillo, es muy sosa, tampoco Jay Hunter Morris, tenor de feo timbre, ha conseguido emocionarme, con no perderse consultando la partitura y aguantar las exigencias del último acto sin desgañitarse ya ha hecho bastante.
La anécdota de la noche llegó durante la muerte de Tristán, la selección española había vencido a la francesa con un contundente 2-0 y la música de Wagner se fundió en un todo con las explosiones de los fuegos artificiales, no pude evitar la sonrisa.