Damos la bienvenida a una nueva subcultura urbana, la dieta paleolítica o paleodieta.
La dieta paleolítica a diferencia de otras dietas se basan en una simple premisa: “si los hombres de las cavernas no lo comían, usted tampoco”. Por lo tanto, no se le ocurra comer nada que tenga que ver con la revolución agrícola, es decir, ni cereales ni derivados, olvídese del queso y los yogures, coma como lo hacían sus antepasados y déjese de comer tanto donuts y esas chorradas, corra por la pradera haga deporte como lo hacían los hombres del paleolítico e imagínese que detrás suyo le persigue un dientes de sable, coma carne magra, verduras y frutos secos y conviértase en un verdadero Cro-Magnon que va en busca de la armonía natural, déjese de mariconadas y empiece ya a decorar su casa con bisontes al estilo Lascaux.
En principio la idea no es mala, de hecho, incita sin duda a una dieta mucho más “saludable” que la que mayoritariamente se practica en el mundo occidental (no quiero poner ejemplos visuales de los EE.UU). Sin embargo, de lo poco que he podido leer sobre este asunto creo dilucidar varios puntos clave en los que se apoya la paleodieta y de los que tengo algunas objeciones.
La primera de ellas es esa etiqueta de márketin new age que la relaciona directamente con el tópico falaz de que “lo natural es mejor que lo artificial”, este tipo de argumento evocan a la armonía con la naturaleza muy común en las culturas orientales y que en muchos casos suelen alejarse demasiado de la realidad, creo que dicho esto no es oportuno seguir…
La segunda, es obvio que si comparamos los hábitos alimenticios de la sociedad moderna, podemos poner muchos puntos sobre íes en la forma en que nos alimentamos, el exceso de hidratos de carbono, azúcares refinados, y las comidas hipercalóricas son ciertamente una forma de alimentarnos poco aconsejable que se agrava aún más con hábitos sedentarios. Ante este panorama de sobrepeso, enfermedades cardiovasculares y/o trastornos metabólicos, la dieta “paleolítica” puede parecer una solución “natural e ideal” para paliar estos problemas, sin embargo parece que los estudios no avalan suficientemente los supuestos beneficios frente a otras dietas bien equilibradas como la mediterránea (aunque parece que esta última no está del todo bien llamada), un breve paseo por las revistas médicas serias (Lancet) han dado pocos resultados como para tenerla en seria, me quedo con la recomendación que siempre he oído ”come equilibrado”!
La tercera es la que toca el tema evolutivo, al parecer, los defensores de la dieta paleolítica aluden a que la maquinaria enzimática y metabólica de nuestra especie no está preparada para los alimentos que se han desarrollado a partir de la revolución agrícola en el neolítico. Es decir, no estamos “adaptados” a metabolizar los alimentos “artificiales” de la revolución agrícola. Sin embargo yo tengo la impresión que realmente durante la evolución del género homo en África nunca hemos dejado de comer todo aquello que nos hemos encontrado, por lo que cabe preguntarse ¿en qué momento detenemos el reloj de nuestra historia evolutiva en el que podemos considerar que estábamos en “armonía evolutiva” entre nuestro hábitos alimenticios y nuestra evolución fisiológica?, ¿fue esto cuándo descarnábamos una carroña semiputrefacta a las hienas hace un millón de años o cuándo nos atiborrábamos de frutas de la pluvi-selva africana junto con complementos de insectos y larvas?, o quizás…, ¿cuándo hace 30.000 años a la par de la caza de los caballos recolectábamos las abundantísimas gramíneas que crecían silvestres en oriente medio?.
Si esta dieta es idónea porque la avala nuestra ”historia evolutiva” ¿cuándo sabemos qué momento fue el correcto? ¿Fue hace 10.000 años, hace 950.000 años o hace 400 millones cuando aún estábamos en el mar…? (no hay por dónde cogerlo).
Hemos hecho demasiadas cosas diferentes según el cómo el dónde y el cuándo…, ¿no creéis?