Ese camino alcanzó una cota de no retorno cuando en abril de este año la Corte PenalInternacional (CPI) admitía el ingreso de Palestina entre sus miembros, lo que confería a la Autoridad Palestrinala posibilidad de denunciar al Ejecutivo israelí ante el organismo internacional por crímenes de guerra y genocidio, obligándolo a reconocer al Estado palestino y respetar sus fronteras de 1967 en los diversos foros internacionales a los que acudan en defensa de sus derechos. Ese espaldarazo de la CPI, que no tiene potestad para reconocer estados, ha sido posible cuando la ONU ha otorgado a Palestina el estatus de Estado Observador, no miembro, en la Asamblea General, lo que en la práctica supone su reconocimiento formal, aunque previo, como un Estado soberano más.
La actitud beligerante del Ejecutivo de Netanyahu, volcado en impedir cualquier reconocimiento de Palestina en el ámbito internacional, facilita curiosamente la estrategia de la Autoridad Palestinay su presidente, Mahmud Abbas, de conseguir ese reconocimiento que Israel le niega. El último en hacerlo ha sido el Vaticano, que no sólo ha anunciado el reconocimiento oficial del Estado de Palestina, sino que el papa Francisco recibe en audiencia al presidente palestino calificándolo de “ángel de la paz”. Algo impensable para un miembro de una organización considerada “terrorista” por parte de Israel. Ello no ha sido óbice para que la bandera palestina ondeara por primera vez en el Vaticano, donde apuestan por la solución de los “dos Estados”.
En cualquier caso, el polvorín en el que se halla envuelta la zona y los intereses estratégicos de las potencias de la región, además de ese terrorismo islamista que los países árabes no saben, no quieren o no pueden sofocar, no ayudan precisamente a la conquista de la paz en Palestina, donde todos “meten mano” con la intención de perjudicar a quienes consideran adversarios o beneficiar a los afines. Sin embargo, si alguna viabilidad existe para solucionar este conflicto, ésta pasa sólo por la encrucijada de la paz, el diálogo y la negociación. Un camino que ya ha emprendido Palestina, a la espera de que Israel lo acompañe en el empeño por convivir pacíficamente como dos Estados limítrofes y amigos. ¿Será ello posible alguna vez?