Palmira

Por Orlando Tunnermann



Palmira se mira y admira ante el espejo, y de tanto enamorarse cada mañana de su reflejo, se ha olvidado de cuidar el alma y sus pensamientos. Eres el resultado de la prodigiosa naturaleza, un milagro casuístico, un golpe de suerte probabilístico y estadístico; no tiene mayor mérito que el connatural a las leyes de la genética. Curvas de escándalo, redondeces y turgencias que resucitan al más pintado, sonrisa cristalina y ojos esmeraldinos, una cabellera dorada que cae sobre tu piel alazana como una cascada celestial. Maravillosa "carrocería" dérmica la tuya, sin duda. Me pregunto si en el fondo no serás más que pura pose "pseudo-sicalíptica", un maniquí de exposición, o si hay algo más debajo de tu piel cuidada con bálsamos de aloe y argán. Háblame de ti, demuéstrame que en esa azotea tuya hay algo más que vaciedad, sandeces y despropósitos. Háblame de tus miedos, anhelos y expectativas, si hiciste algo por los demás cuando soltabas tu espejo y los vestidos de fiesta que ciñen tu figura escultural. Abre los ojos, que ahí afuera hay otro mundo que acaso quiera conocerte, conocer a Palmira, la mujer de carne y hueso con alma y corazón, sin los atributos adquiridos que todos aman y donde quedan varados como barcos ciegos sin capitán ni timonel que los gobierne.
Ya he visto tu rostro, tu figura en detalle y hasta los acantilados vertiginosos de tu escote. ¿Eso es todo lo que tienes que ofrecer? ¡Pues no es para tanto! Escotes, belleza, turgencias, mirada fascinante, hay tanto de lo mismo que aburre al más pintado. Me pregunto si eres tan sólo una mujer del montón, una diosa de carne y hueso cuyo único logro conocido es el que le regaló la combinación incognoscible de genes "pareados". Me pregunto si debajo de tu piel atezada hay un corazón que sufre por las injusticias ecuménicas, si hiciste algo por alguien cuando colgabas el peine y el secador después de gastar con tu escrutinio los reflejos de tu espejo.