Hola, queridos amigos, buenas noches. No, hoy no os convoco para adivinar mis lugares favoritos que busco para estar a solas con mi papel y mi bolígrafo. Me gustaría llevar pluma pero es que son incomodas para el trabajo de “campo”: habría que llevar también recambios pues seguro que en el momento más inoportuno deciden pararse, no seguir…y te “cortan el rollo”, y a veces cuesta retomarlo, os lo aseguro. En cambio, cuando escribo en casa, cuando preparo mi rincón —vela, música, té, silencio, mucho silencio…—, sí, decido si me apetece escribir la historia que tengo en la mente, empujando por plasmarse en un papel cuadriculado —ya os dije que siempre escribo en un papel con cuadraditos pequeños azules—, con mi bolígrafo preferido, Parker, con un significado especial para mí; o si cojo mi pluma reservada, por su comodidad, para estos menesteres. Pues eso, que hoy no va de adivinanzas sino de cuentos y sueños, que es lo que más me gusta y lo que da nombre a nuestro blog.Pero antes de nada deciros que en mi cuenta de Google +, desde la que seguís muchos de vosotros estas entradas del blog, ¡¡ya he pasado las 104.000 visitas!! Muchísimas gracias a todos vosotros que os reunís con nosotros a través de esa ventana, y gracias también a los que me habéis añadido en vuestras cuentas de Google +. Día a día vamos creciendo los amigos de este espacio y cita con los sueños y las ilusiones.
Sí, dicen que los sueños se cumplen si lo son de verdad y se sueñan con intensidad. Esto debió de pasar por la cabecita de Irma cuando viendo lo desgraciada que era la vida de su familia, quiso poner en práctica lo que una Leyenda, transmitiéndose de generación en generación, llegó hasta ella. Quería ayudarles colocando en el exterior de su ventana unas bolitas de pan con miel…así lo decía la tradición. Es una historia que irradia sensibilidad, inocencia y, sobre todo, fantasía. En ella se pone de manifiesto el amor que, una pequeña como Irma, siente por su familia a pesar de los problemas y las dificultades para salir adelante.
Un buen día, recordó la Leyenda del hombre de las montañas y se dijo que seguro que si colocaba las bolitas de pan con miel en la ventana, la urraca las llevaría y las depositaría en la vasija...Dicho y hecho. Se puso manos a la obra con cierta desconfianza, pues no creía demasiado que, a su vieja casa perdida, viniese ningún pájaro por muy urraca que fuese, a recoger ninguna bolita, por muy dulce que supiese. Se prometió que por ella no iba a quedar y que lo intentaría con todas sus fuerzas.
Cogió un poco de pan duro; lo mojó e hizo unas tres bolitas, que no fueron todo lo grandes que hubiese querido, ya que sus manos no lo eran tampoco. Bueno, tendré que hacer más.................