Revista Cultura y Ocio

¡Pan y rosas! El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad

Publicado el 08 marzo 2016 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

[Publicado en “Gastar la vida” – Blog de Cristianisme i Justícia]

 Hoy en los noticiarios todo serán datos e informaciones sobre la situación de las mujeres en el mundo. El resto de días del año, excepto el 25 de noviembre, ni siquiera se plantearán cómo se informa en el día a día sobre la violencia machista, o cómo se nos representa en los relatos de ficción, o qué violencias específicas están soportando las refugiadas que llegan a las costas de Europa. Tampoco se planteará el presentador o reportero de turno si su compañera de mesa cobra un 19’3% menos que él (Informe Eurostat 2015) o si la empresa la penalizará si se queda embarazada o si tendrá las mismas oportunidades para ascender. A pesar de ello, hoy es un día para alzar la voz –todavía más, si cabe- contra la que quizás sea la mayor injusticia cometida en la historia de la humanidad: la discriminación de más de la mitad de la población mundial por razón de género.

Pero no podemos quedarnos solamente en esa denuncia y hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, hay que tener bien presente el concepto de interseccionalidad y poner la lupa sobre las desigualdades entrecruzadas (de clase, de edad, de etnia, de religión…) que nos atraviesan como mujeres, porque no es lo mismo ser mujer blanca y de clase alta que una mujer migrada y pobre. Así lo expresa Andrée Michel en El feminismo (1983): “si todas las mujeres son oprimidas por el sistema patriarcal en vigor en la casi totalidad de las sociedades contemporáneas, no lo son por idénticas razones; además, hay oprimidas que oprimen, y conviene señalarlo”.

Porque patriarcado y capitalismo, opresión y explotación, van de la mano desde hace mucho y hoy por hoy cuesta distinguir las fronteras entre uno y otro ya que las mujeres nos hemos convertido en piezas de ambos sistemas, en cuerpos cosificados y sacrificados al monstruo de ese capitalismo gore hiperconsumista, hipermachista e hiperviolento que define Sayak Valencia. Esa macabra alianza nos ha convertido en una suerte de Deyaniras expuestas al centauro. Y lo que antes se llamaba fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York, trabajo no remunerado o American Woolen Company, ahora se llama maquila, trabajo doméstico,precarización, fábricas textiles en Bangladesh y Camboya que trabajan para grandes marcas europeas y estadounidenses, redes de trata, paro femenino, doble y triple jornada, feminización de la pobreza, falta de titularidad compartida de las explotaciones agrarias, acoso laboral y sexual, brecha salarial…

Hace 106 años ya, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague y respondiendo a una petición de Clara Zetkin, se instauró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Ha cambiado el contexto y hemos conquistado derechos, sí, pero todavía no resulta tan lejana aquella afirmación de Engels que decía que “el hombre es en la familia el burgués y la mujer representa en ella al proletariado”. Y hoy es un día para salir a la calle, para compartir experiencias, para cuidarnos y coger aliento si queremos avanzar hacia ese “planeta 50-50 en 2030” que se reclama desde Naciones Unidas y ONU Mujeres y desde tantos y tantos colectivos y asociaciones feministas en todo el mundo que trabajan desde la base por una sociedad justa, diversas y equitativa. Hoy haremos todo eso, pero también es buen momento para recordar y para recuperar la historia de las mujeres (herstoryque no aparece en los libros de texto y que sistemáticamente ha sido relegada al ostracismo más absoluto.

Desde ese ejercicio de memoria colectiva, hoy nos toca salir a la calle y seguir pidiendo pan y rosas como aquellas obreras que en enero de 1912, en la ciudad de Lawrence, Massachusetts, se lanzaron a la huelga para reclamar unas condiciones labores dignas y una vida plena, libre y sin violencia. Ese clamor no ha perdido vigencia y sigue siendo subversivo, transnacional y transmisible al presente.

Lucía Ramón, en su libro Queremos el pan y las rosas describe ese episodio de nuestra herstory con las siguientes palabras: “Estas mujeres no solo reclamaban sus derechos como trabajadoras. Con estas palabras expresaban su exigencia de una vida digna y de una justicia que fuera más allá de «la justicia del pan» que garantizaba la mera supervivencia. Demandaban «una  justicia de las rosas» que incluyera también el derecho de toda persona a ser algo más que una bestia de carga, a disponer de lo necesario para desarrollar sus capacidades y su creatividad con el fin de lograr una vida plena. Exigían el derecho a gozar de todas las dimensiones y bellezas de la vida que están más allá de las relaciones de trabajo”.

En recuerdo de aquellas mujeres hoy cantamos de nuevo mientras marchamos que “traemos con nosotras días mejores” y que “el levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad”.

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Recomendación cinematográfica: Pan y rosas (2000) de Ken Loach.


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