Marco A. Gandásegui (h)
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Los panameños conmemoramos el 20 de diciembre, el vigésimo cuarto aniversario de la invasión militar norteamericana. Murieron, según algunos, centenares de niños, mujeres y hombres. Otros calculan que perdieron la vida miles de vidas inocentes. La invasión de Estados Unidos tuvo como principal objetivo, podemos decirlo ahora tras más de dos décadas, generar un cambio radical en el sistema político de gobierno.
Efectivamente, se ha producido un cambio radical en la forma de dirigir el país. Las instituciones militares – ambas de factura de Estados Unidos – que encabezaron los gobiernos durante 21 años (1968-1989) fueron reemplazadas por un sistema de partidos políticos. Los militares que gobernaron utilizando la Guardia Nacional entre 1968 y 1983, decían que querían instaurar un régimen democrático participativo (Asamblea de Representantes). Nunca lo lograron. En 1983 los militares le cambiaron el nombre a la antigua institución castrense y la bautizaron con el nombre de las Fuerzas de Defensa de Panamá (FDP). Después de la invasión norteamericana en 1989, el nuevo sistema partidista proclamó como meta la democracia ‘representativa’. Tampoco lo han logrado.
El régimen militar de la Guardia Nacional cuyo jefe era Omar Torrijos le legó a quienes se apoderaron del sistema político a partir de 1989 el control económico de la ruta de tránsito, las valiosas tierras revertidas de la antigua Zona del Canal y la vía acuática que une a los dos océanos más grandes de la tierra. El crecimiento económico actual de Panamá es el resultado de la nueva relación de nuestro país con su posición geográfica. Somos desde 2000 dueños de la ruta de tránsito cotizada desde los tiempos coloniales y sobre el cual se construyó el Canal de Panamá hace 100 años (entre 1904-1914).
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Hay claros indicios que los grupos que gobiernan a Panamá desde 1990 no se prepararon para este cambio. Incluso, rechazaron toda posibilidad de planificar el desarrollo nacional. Hoy presenciamos un proceso mediante el cual se levantan grandes fortunas sobre la base de la apropiación cuestionable de las riquezas de todos los panameños. La gran mayoría del pueblo panameño recibe un ‘goteo’ que se derrama del gran contenedor que representa el crecimiento económico. (Cito al ministro de Economía y Finanzas, Guillermo Chapman).
Hay que pensar en los próximos 24 años. Hay que cambiar el modelo de crecimiento económico actual y elaborar otro que tenga como estrategia el desarrollo integral. Es decir, poner todas nuestras riquezas al servicio del desarrollo cualitativo y cuantitativo de la población, especialmente de la juventud: Educación y salud igual para todos. Hay que desarrollar los ‘polos’ productivos aprovechando los recursos que genera nuestra posición geográfica privilegiada.
También tenemos que pensar en una estrategia que nos permita alcanzar estas metas. Estados Unidos nos ha enseñado que no se detendrá ante obstáculo alguno para someter a Panamá a sus intereses. Prueba de ello el despliegue militar desatado el 20 de diciembre de 1989. Según Olmedo Beluche, el Pentágono lanzó contra Panamá un total de “25,000 mil soldados. Además de las tropas normalmente acantonadas en las bases ubicadas en el área del Canal de Panamá, bajo las órdenes del Comando Sur, participaron en la invasión la 7ª división de infantería procedente de Fort Ord, California. Un batallón mecanizado de la 5ª división de infantería acantonada en Fort Polk, Louisiana. Una brigada de la 82ª división aerotransportada de Fort Bragg, Carolina del Norte. Además, movilizó dos batallones de los llamados Rangers”.
Beluche agrega que “el sofisticado armamento utilizado en la invasión a Panamá incluyó los últimos adelantos tecnológicos alcanzados por Estados Unidos en el arte de hacer la guerra”. Esta nueva generación de armas fue usada después, masivamente, en las guerras del presidente Bush en el Medio Oriente: Bombarderos Stealth F-117, bombas de 2,000 libras, misiles Hell Five, helicópteros Blackhawk, Apache AH-64 y Cobra, aviones de asalto A-37, cañones de fuego rápido de 30 mm., vehículos HMMWV (Hummer) con ametralladoras de alto calibre y fusiles M-16 con mirilla infrarroja.
La desproporción de fuerza utilizada le mereció a Estados Unidos la condena unánime de todas las organizaciones de derechos humanos. Organismos internacionales como las Naciones Unidas e, incluso, la OEA aprobaron resoluciones denunciando los bombardeos indiscriminados contra la ciudad de Panamá y otros lugares del país. En un artículo reciente, Daniel Delgado D., quien era el teniente coronel encargado de la plaza de Tinajas, en San Miguelito, recuerda que “las unidades de combate de las FDP estaban constituidas por alrededor de 3,000 hombres”.
Los políticos y los militares panameños deben recordar que Estados Unidos maneja su política en función exclusiva de sus intereses. Si tuviera que sacrificar a ambos a corto plazo, está en condiciones de hacerlo desplegando nuevamente su poderío. Washington dispensa favores a los políticos locales y distribuye enormes recursos en financiar armamentos y adiestrar personal militar. El 20 de diciembre nos ha dejado un legado que no podemos soslayar: Tenemos que conocer mejor nuestra realidad y trabajar sin descanso para transformarla.
Sólo nos cabe construir un país capaz de tener una política independiente y fuerzas armadas nacionales. Es la única garantía de un futuro próspero para todos los panameños.Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.
Fuente: http://www.argenpress.info/