Fecha del viaje: Marzo 2016
Desde la estación de Colón cogemos un diablo rojo, como aquí llaman a las guaguas o chivas, para ir a Portobelo. Estos autobuses pintados de vivos colores contienen frases y dibujos muy originales.
Cuando llegamos a Portobelo, que se sitúa entre la jungla y el mar, nos dirigimos al pequeño hotel El Rayo Verde que se situa frente a la bahía. Nos dan la habitación con terraza que habíamos solicitado desde donde contemplamos una vista impresionante.
En una de ellas apreciamos las vestimentas que utilizan los devotos en la fiesta del Cristo Negro que se celebra en octubre. Los vestidos son de color púrpura como los que se utilizan en España cuando celebramos la Semana Santa. La otrasala alberga rifles, cañones (uno de ellos es de bronce y se construyó en 1617) además devestigios de los fuertes de Portobelo. También hay fotos del pueblo en blanco y negro.
Visitamos los fuertes de San Jerónimo y Santiago. El primero es el más cercano al centro. Hay dieciocho cañones mirando a la bahía. Desde aquí se divisa el campanario de la Iglesia de San Felipe.
Continuamos nuestro paseo hacia el fuerte de Santiago en la zona oeste. Conocido por los españoles como “la roca de coral” fue construido con grandes muros de tres metros y con coral como se hacía en la época. Aún preserva parte del coral en sus muros. Se encuentra este fuerte un poco más deteriorado que el de San Jerónimo pero las vistas son fabulosas.
En el pueblo hay lindas casitas pintadas de colores donde la gente vive en armonía. Los niños juegan al fútbol, las niñas, de rasgos dulces, se reúnen con sus amigas riendo y hablando. Esos dientes grandes y tan blancos les destacan de su bella piel morena. Adornan sus peinados con trencitas y muchos imperdibles.
En Portobelo se celebran varias fiestas, incluso hay agrupaciones de Congo que es un baile local que aún preserva sus tradiciones. Se celebra dos semanas después del Carnaval, el Festival de Diablos y Congos. Trata de la época de los esclavos cuando se escaparon hacia la jungla y formaron comunidades entre ellos. Satíricamente en la fiesta escogen a un prisionero y lo venden por la ridícula cantidad de 1$. Los congos se disfrazan y más de un grupo te asalta para pedirte más de 1$.
Cenamos en un chiringuito donde nos cocinan pescado al grill con patacones y pulpo en salsa. Cae la noche y desde nuestra terraza contemplamos las barcas de la bahía…