[Pantalla Líquida] Orange is the New Black

Publicado el 03 diciembre 2013 por Despiram @FrikArteWeb

[Pantalla Líquida] Orange is the New Black


Jesús Benabat 3 diciembre, 2013 0

Todos hemos ocultado en alguna ocasión un aspecto de nuestro pasado del que no nos sentimos particularmente orgullosos. Locuras de adolescente, periodos de experimentación, amistades singulares… El problema surge cuando las consecuencias de esos actos ya olvidados regresan como un boomerang lanzado con malas intenciones. Lo coges a tiempo, o se lleva por delante todo lo que has construido desde aquel día en que decidiste abandonar el juego.
A Piper Chapman (trasunto en la ficción de Piper Kerman, ahora guionista de la serie y víctima real de la historia) le ocurrió algo parecido cuando le informaron de que iba a ser condenada a más de un año de cárcel por participar, cuando era joven, lesbiana e inconsciente, en una red de tráfico de drogas encabezada por su novia de entonces, quien además ejerce de soplona para facilitar su inculpación en una especie de traición (o venganza, según se mire) retroactiva. El disgusto adquiere tintes dramáticos por el momento en el que sucede, justo después de que su novio Larry,  judío aspirante a escritor y de buena familia, le pida matrimonio en lo que supone la culminación de un estado de plenitud emocional completada por el esperanzador inicio de una exitosa carrera empresarial en el negocio de los cosméticos naturales.

Un día estás en la playa con un anillo en la mano y pensando cómo expandir tu condición de clase media norteamericana, y al siguiente vistes un mono naranja que, por justicia retórica, bien podría ser negro, tal y como parece sugerir el título. Ese es el punto de partida de Orange is the new black, la nueva serie de la plataforma de televisión de pago Netflix (hoy se estrena en España a través de Canal +), que ha elevado el nivel de una cosecha anual un tanto mediocre en lo que a nuevas propuestas de ficción se refiere.
Parte de culpa la tiene la medida conjunción de elementos cómicos basados, en gran medida, en las expresiones de espanto de Taylor Schilling (magnífica en su rol protagonista)ante su nueva realidad carcelaria, y el drama sin excusas al que aboca ese entorno ruin y paradójico donde cientos de mujeres conviven en ghettos raciales lamiéndose las heridas de un pasado inclemente. De hecho, ahí radica la originalidad de la serie creada por Jenji Kohan, en presentar un entorno desconocido para el espectador (existen muchos dramas carcelarios pero muy pocos femeninos) en el que se cruzan multitud de historias, personalidades y excentricidades inconcebibles (Crazy Eyes es un buen ejemplo de ello).
Cada reclusa aporta su relato a una narración colectiva vertebrada en torno a la evolución psicológica de un personaje, el de Chapman, que lucha por adaptarse a un ambiente extraño y hostil en medio de un  triángulo amoroso donde confluyen el pasado oscuro representado por su ex amante, también entre rejas, y el futuro en suspenso de su relación con Larry, quien por su parte debe convivir con el hecho de que su novia pase todo un año en la cárcel junto a la traficante de drogas lesbiana que la metió allí (por todo ello, la elección de Jason Biggs para el papel no puede ser más acertada).

Hasta aquí, todo sugerente, divertido y esperanzador. No obstante, la serie también adolece de problemas sustanciales. En primer lugar, su duración excesiva. Por el tono y el ritmo de la narración, los 55 minutos de cada capítulo se hacen largos y redundan en que se incluyan acontecimientos sin interés para el desarrollo argumental. Es cierto que ello posibilita que sepamos más sobre las experiencias del resto de reclusas a través de flashbacks recurrentes, lo que contribuye a su vez a completar el desequilibrado mosaico de la prisión,  sin embargo estos son apenas bocetos aproximados y en algunos casos maníqueos de sus circunstancias personales.
Por otro lado, aunque es perceptible la evolución de Chapman a lo largo de toda la temporada, tal y como se desvela en el final de la misma, son numerosos los episodios donde el estancamiento narrativo se hace evidente, lo cual plantea el interrogante de si los guionistas lograrán mantener el pulso de la serie en su segunda temporada (ya confirmada) una vez agotado el factor novedoso de su arranque, entre otras razones porque no es fácil desarrollar nuevas tramas en un entorno tan cerrado como una cárcel.
Mientras tanto, Orange is the New Black cumple con las expectativas gracias a tres razones fundamentales: la frescura de su premisa argumental, la heterogeneidad de sus personajes y la verosimilitud imprimida por la mayor parte de su elenco interpretativo. Y además nos permite adentrarnos en los entresijos de un centro de reinserción social femenino, lo que en una época donde siguen monopolizando la parrilla  series policíacas, de médicos y de abogados, no es poca cosa

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