En el mundillo de los videojuegos se da a veces casos de juegos que acaban alcanzando el estatus de videojuego de culto de manera injusta. Penguin Adventure es uno de estos casos, pero su estatus de juego de culto no es injusto porque el juego no lo merezca, sino todo lo contrario; el juego es mucho mejor y más completo de lo que piensan muchas de las nuevas generaciones atraidas hacia él sólo por el halo que rodea a la figura de Hideo Kojima.
Y es que a medida que se iba engrandeciendo la figura de Hideo Kojima, paralelalemente crecía la fama y estatus de sus primeros trabajos entre aquellos jugones que se criaron con las consolas de 16 y 32 bits, simplemente porque el genio japonés contribuyó a su desarrollo. Sin embargo, Penguin Adventure siempre ha guardado un lugar especial en el corazón de los aficionados a los ordenadores MSX mucho antes de que aquel ayudante de diseño alcanzase el estatus que ostenta en la realidad y lo hizo por motivos propios, mucho más allá de ser "el primer juego en el que trabajó X persona".
La aventura de Penta, el pinguino, queda plasmada en este soberbio juego que destila calidad por los cuatro costados. No sólo es un juego lleno de alardes gráficos casi impensables para una máquina de 8 bits; además cuenta con unos niveles muy bien construidos y bastantes diversos, un gameplay frenético que pone a prueba nuestros reflejos e incluso sutiles toques de RPG con esas "tiendas" donde gastar el pescado recogido en los diferentes niveles. En definitiva, un juego completo y redondo que se merece un lugar en lo más alto del olimpo de los videojuegos por méritos propios y no sólo por ser el primer trabajo de Hideo Kojima.