El otro gran protagonista de la novela es Rastignac, un personaje que volveremos a encontrar en futuras obras de Balzac. Rastignac es un estudiante de derecho recién llegado a París. Su familia a puesto todas sus esperanzas de prosperar en el fruto de sus estudios, por lo que siente una gran presión y responsabilidad, ya que todos se están sacrificando para que él pueda llegar a ser un abogado famoso. Pero el joven tiene otros planes. Le seduce la alta sociedad parisina y, a través de una prima suya, se irá introduciendo poco a poco en este mundo a la vez lujoso, fascinante y repulsivo. Un mundo de apariencias en el que muchos de sus miembros más opulentos a primera vista, en realidad se encuentran ahogados por las deudas:
"Eugenio de Rastignac, que tal era su nombre, era uno de esos jóvenes que han sido forjados por la desgracia, que comprenden desde su infancia las esperanzas que sus padres depositan en ellos, y que se preparan un hermoso porvenir calculando ya el alcance de sus estudios y adaptándolos de antemano al movimiento futuro de la sociedad."
En el camino de Rastignac aparecerá un demonio tentador en forma de compañero de pensión. Vautrin le ofrece un discurso magistral y clarificador acerca de la verdadera esencia de la vida y una exposición realista de cuales son los caminos que se le ofrecen en la misma, ya que quiere aprovecharse del joven y de sus magníficas posibilidades de futuro. Porque el dinero es lo que mueve el mundo y la fortuna (la fortuna dineraria, se entiende) es lo que mueve el mundo. Pero para conseguir todo esto hay que ensuciarse las manos, como lo hizo Goriot en su momento y Rastignac no sabe si está dispuesto a pagar el precio necesario.
Pero lo verdaderamente cautivador de Papá Goriot es su final. Esa agonía en la que lo único que necesita es lo que no obtiene: la presencia de sus hijas para despedirse de ellas mientras todavía está lúcido. Aquí Balzac se muestra como un auténtico conocedor del alma humana describiendo los delirios del protagonista mientras la enfermedad va mermando sus fuerzas, en una rara muestra de perfecto equilibrio entre ciencia y literatura. La conclusión de esta obra maestra no puede ser más emblemática, con ese Rastignac mirando París desde la distancia, como tomando impulso para conquistarlo en el futuro inmediato. Papá Goriot es una de esas novelas en las que la escritura entronca perfectamente con la condición humana y el lector no puede más que ver la esencia de la realidad entre sus páginas.