Estos días puedo decir que estoy parcialmente de vacaciones. Las madres, trabajemos fuera o dentro de casa, nunca tenemos vacaciones. Pero he de reconocer que cuando mi marido, el padre de las criaturas, está de fiesta, yo también me relajo bastante. Y así estamos. Disfrutando de unos días en familia, todos juntos.
Siempre hablamos de lo mal que lo pasan las madres que tienen que separarse de sus hijos, normalmente a causa del trabajo fuera de casa. Pero a menudo nos olvidamos del padre. Aunque hay excepciones, lo más frecuente es que sean los hombres los que por sistema trabajan fuera de casa, al margen de que nosotras también estemos dentro del mundo laboral. Cuando los niños son pequeños, no son demasiado conscientes. Ven como un señor aparece y desaparece de sus vidas pero no llegan a pedir conscientemente su presencia. Pero llega un día que sí.
Ahora que Bebé Gigante está a punto de cumplir cuatro añazos, cada vez son más los días que pregunta dónde está papá cuando se despierta y su padre ya se ha marchado a trabajar. Lleva unos días alucinado. Cada mañana, al ver que es él quien los despierta, le pregunta entre emocionado y temeroso, papá ¿hoy no trabajas?
La figura del padre es muy importante, sobretodo para un niño que empieza a despertar a la conciencia de la vida y ve en su predecesor alguien a quien parecerse.
Y si el hijo está feliz viendo cómo papá no se va a trabajar sino que marcha con él y con mamá y Pequeña Foquita a la piscina o al jardín, el padre de la criatura está de lo más alegre porque los padres también añoran a los hijos. Y mucho.
Así que vamos a exprimir al máximo estos días en familia, al completo, que terminan mañana.