¡Papá, mamá!; tengo una compañerita de colegio que se llama Carlos Alberto.

Por Andi

Empiece a elaborar la respuesta que le dará al nene. ¡Se hace cada día más difícil ser padre o madre, o ambas cosas, o ninguna de ellas... da igual! Los legisladores del Parlamento más nefasto que algún día reconocerá la historia le pusieron la guinda al postre, al aprobar la Ley de Identidad de Sexo. Como bien dijera la Senadora Justicialista disidente Sonia Escudero, el proyecto repara "la falta de derechos reclamados universalmente", y puntualizó que "si bien no hay números oficiales, estaríamos hablando de 22 mil personas que abarcaría esta ley, de las cuales un 95% está en situación de prostitución, y un 84% sin educación secundaria".

ERGO: ¡Vivan la prostitución, y la falta de educación!... ¡Mueran los más de 40 millones de pelotudos y pelotudas que asisten impávidos a esta nueva afrenta social!

Ya la cosa dejó de ser como Ud. bien decía... "parecen dispuestos a cagarnos la existencia", ¿se acuerda? Ocurre que definitivamente nos han cagado la existencia.

Y la aprobaron tras aprobar la ley sobre "muerte digna", para casos terminales o irreversibles. Dicho de otra manera, y como si se tratara de una boleta de PRODE, el resultado sabe a "EMPATE". ¿Ud. me entiende, verdad? Por un lado, la indignidad, y por el otro, la defensa de la dignidad. ¡Sí; póngale una crucecita en el casillero del medio!

Si le digo que no salgo de mi asombro, le miento. Ya nada me asombra. De hecho, me han convertido en una suerte de híbrido humano. La ocurrencia de hechos "tremendos", "hermosos", "increíbles", "anormales", ya no forman parte de esa capacidad propia de los seres humanos. La carroña se ha encargado de quitárnosla. ¡Pobres de nosotros!

Seré acaso una Mula, me pregunto. Tuvieron que pasar más de doscientos años para que los argentinos tomáramos consciencia de ello, me repregunto.

Por supuesto que semejante... perdone, no encuentro la palabra con la que calificarlo, dará lugar a una serie de debates, tendientes a dispersar la atención de la gente bien parida. La atención de la gente mal parida estará siempre concentrada en una sola premisa... precipitarnos hacia ese holocausto físico y espiritual que suponíamos imposible de ver materializado.

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