Papa, quiero ser torero

Publicado el 11 octubre 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Va morir a la infermeria
de la plaça a mitja tarda,
i el seu fill moria torero
ple de gloria i ple de fama,
ple de clavells a la tomba,
banderilles i estampetes,
i als balcons geranis negres…
Ai papa, el teu fill ha mort torero.

Papa, jo vull ser torero (Ho sento molt, Albert Pla, 1989)

Adrián, el niño que padece sarcoma de Ewig —una enfermedad rara que hace que las células neoplásicas se ubiquen en el hueso o en tejidos blandos— quiere ser torero. Su lucha contra el cáncer ha pasado, tristemente, a segundo plano; por delante, los taurinos han empezado a usarlo como munición y escudo con el que arremeter contra todos los antitaurinos y meterlos en el mismo saco (algo habitual).

Entre ayer y hoy, se leía: el tuit de Íker Jiménez, de Carlos Herrera, de la Policía Nacional, de Fulano de tal, en apoyo al niño al que los antitaurinos dijeron que se iba a morir por ser mala persona. 

Leí el titular, una y otra vez. No es comparable a lo que le han soltado al pobre chaval, pienso, ¿pero desinformar no es un delito también? Oye, con dos cojones. Han generalizado y han metido a todos los que de verdad amamos a los animales en el mismo saco. Parece ser que no ha sido la tal Aizpea Etxezarraga, sino que alguno más ha opinado sobre la afición del niño, y de ahí, a todo un colectivo que representa una mayoría en este país frente a la minoría que dice amar a los toros y los descuartiza después.

Esto es calcado a lo de Víctor Barrio, pensará más de uno. Con la diferencia de que aquel torero había tomado, personalmente, la decisión de torturar y asesinar animales, y este niño solo repite lo que ve. ¿Tiene Adrián la culpa de que sus padres sean taurinos? No, claro que no.

Sin embargo, hay dos cuestiones que me obligan a sonreír con sarcasmo. La primera, es que todo surge de una corrida de toros benéfica de la Fundación de Oncohematología Infantil: ¿a esta gente no le da vergüenza sacrificar vidas inocentes para salvar vidas inocentes? ¿No hay otras formas de conseguir sus objetivos a corto y medio plazo más allá de perpetuar una actividad minoritaria que una mayoría de españoles repudiamos? La segunda es más fuerte. Se trata de Adrián, y de desear la muerte de un niño, y del Defensor del Menor. Quizá esta figura, que ha permitido que niños de tan corta edad vean cómo se ensarta, humilla, tortura y sacrifica a animales inocentes, pueda meterse la lengua en el culo. Por lo menos, que lo intente.

¿Dónde están los medios, la Administración o el Defensor del Menor cuando se lleva a niños impresionables a celebraciones que convierten en su estandarte la falta de empatía, el maltrato animal y el dinero que solo brota de la sangre inocente? Con todos mis respetos, no tienen ni puta idea de sus propias competencias, y tampoco de lo que significan palabras como democracia o libertad de expresión, por mucho que nos joda a veces. Claro que nos fastidia que cuatro descerebrados confundan las motivaciones y los objetivos de la lucha animalista, pero más molesta el populismo y la generalización perpetua.

Yo espero que Adrián se cure. Me sumo al hashtag que proclama por todo Twitter: #AdrianTeVasACurar, y lo deseo de corazón. Y, asimismo, aspiro a que este país deje de permitir que niños de tan corta edad tengan que presenciar tortura y muerte solo por caer en una familia que no entiende que no solo importa la vida del pequeño Adrián, sino todas las vidas, y que ninguna de estas debería embrutecer la inocencia que solo los niños tienen, y que, tarde o temprano, todos nosotros les arrebatamos.


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