Revista Opinión

Papúa, el juguete roto de la descolonización

Publicado el 23 enero 2020 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Se estima que los primeros papúes ya habitaban esta gran isla del Pacífico hace unos 50.000 años. Puede que ser uno de los primeros lugares habitados del mundo y su paisaje abrupto expliquen la diversidad lingüística y étnica de un territorio en el que se hablan alrededor de setecientas lenguas distintas. Cuando en 1545, pocos años después de que llegaran los portugueses, el explorador español Íñigo Ortiz de Retes desembarcó a la isla, sus habitantes le recordaron tanto a aquellos que había visto en África que la hizo llamar Nueva Guinea, nombre que la isla ha conservado hasta hoy. Siglos más tarde, en 1828, los neerlandeses se hicieron con el control de la parte occidental. Al poco tiempo, los ingleses ocuparon la costa sur y los alemanes la norte, repartiéndose la isla entre tres potencias coloniales. Esa fragmentación separó el destino de los distintos territorios de Nueva Guinea, abocándolos a andaduras históricas y procesos de independencia diferentes. 

La porción nororiental de la isla, junto con varias pequeñas islas cercanas como Bougainville, Palau, Islas Marshall o Nauru, fue colonia alemana entre 1884 y 1914 bajo el nombre de Nueva Guinea Alemana. A pesar del poco convencimiento inicial del canciller alemán Otto von Bismarck en torno al proyecto imperialista, finalmente los alemanes se lanzaron a la colonización de territorios a partir de los años ochenta del siglo XIX. Al sur de la colonia alemana se encontraba la Nueva Guinea Británica, controlada directamente por Londres desde 1888 y traspasada al dominio británico de Australia en 1906, cuando se renombró como Territorio de Papúa. No obstante, la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial obligó a este país a renunciar a sus colonias en Asia y África, y la Nueva Guinea Alemana fue transferida también a Australia. Las dos porciones de la mitad oriental de la isla, unificadas bajo control australiano, recibieron el nombre de Papúa y Nueva Guinea. 

Los japoneses ocuparon la isla de Nueva Guinea en 1942, como parte de su política expansionista en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Solo tras el final de la guerra, en 1949, la recién creada ONU abrió el proceso de transferencia progresiva de poderes a la población nativa guineana. La antigua colonia se independizó de Australia en 1975, aunque el nuevo Estado, Papúa Nueva Guinea, continuó perteneciendo a la Commonwealth y reconociendo a Isabel II como su jefa de Estado.

Papúa, el juguete roto de la descolonización
Reparto colonial de Oceanía en 1914. La isla de Nueva Guinea estaba entonces repartida entre tres potencias coloniales distintas: Países Bajos al oeste, Alemania al noreste y Australia (Reino Unido) al sureste. Fuente: Wikipedia

La mitad occidental de la isla fue una colonia de Países Bajos desde la llegada de los neerlandeses a Nueva Guinea en 1828. La colonia era conocida como Nueva Guinea Neerlandesa, y también fue ocupada brevemente por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su proceso de independencia fue más arduo que el de los territorios orientales y recuerda en muchos aspectos al de Timor Oriental: en vez de permitir la autodeterminación de este territorio, la potencia colonial, Portugal, traspasó su control a Indonesia. Entonces, este país era un Estado unitario y excluyente, y sometió a Timor Oriental a un uso frecuente de la violencia hasta que la antigua colonia portuguesa alcanzó la independencia del país en 2002.

Una vez terminada la guerra, los neerlandeses recuperaron el control de su colonia en Nueva Guinea y la mantuvieron hasta 1949, cuando reconocieron la independencia de Indonesia, hasta entonces también colonia de Países Bajos. En ese momento, los indonesios empezaron a reivindicar Nueva Guinea Occidental como parte de su nuevo país, ya que también formaba parte de las islas que estuvieron bajo el mandato colonial de Países Bajos en la región. Con las reclamaciones indonesias de fondo, en 1959 se instauró el Consejo de Nueva Guinea, un órgano legislativo integrado en su mayor parte por papúes y que tenía la misión de avanzar hacia un proceso de autodeterminación. No obstante, la tensión entre neerlandeses, papúes e indonesios no cesó durante esos años y Yakarta amenazó constantemente con invadir Nueva Guinea. 

Ante esta situación, la ONU terminó asumiendo el control administrativo de la región en 1962, que pocos meses después fue traspasado a Indonesia. Estados Unidos, temeroso de que el presidente indonesio Sukarno cayera bajo la influencia de la Unión Soviética, buscó satisfacer sus reclamaciones facilitando un acuerdo entre Indonesia y Países Bajos. El acuerdo otorgaba el control del territorio a Indonesia, pero obligaba a los indonesios a organizar un plebiscito de autodeterminación para los papúes en 1969. El referéndum se celebró, pero los cuestionados resultados fueron manipulados por las autoridades indonesias en un contexto de represión. Para entonces, en Indonesia gobernaba el general Suharto, ferviente anticomunista aliado de Estados Unidos que había derrocado a Sukarto en 1966 mediante un golpe de Estado; en el contexto de la Guerra Fría, Washington tenía ahora todavía menos interés en intervenir en favor de los papúes. Así, y a pesar de la oposición de gran parte de la población local, la antigua Nueva Guinea Neerlandesa se convirtió en la región indonesia de Irian Jaya.

Para ampliar: “Timor Oriental, el país más joven de Asia”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2018

El temor a la autodeterminación

La isla de Nueva Guinea se divide actualmente entre dos Estados: Papúa Nueva Guinea al este e Indonesia al oeste, que hoy administra su territorio entre las provincias de Papúa Occidental y Papúa. Las dos mitades arrastran un complejo pasado colonial, por lo que no extraña que todavía queden conflictos abiertos en ambos países. Por un lado, Papúa Nueva Guinea se enfrenta al movimiento secesionista de Bougainville, isla que representa un gran peso en su economía gracias a sus reservas mineras. Por otro lado, las provincias de la antigua colonia neerlandesa todavía mantienen el deseo de independizarse de Indonesia. 

Bougainville es la isla más grande del archipiélago de las Salomón, pero en lugar de pertenecer a Islas Salomón forma parte de Papúa Nueva Guinea ya que, en su momento, la isla estuvo bajo control alemán, mientras que las Salomón fueron colonia británica. El impacto ambiental de la explotación de la importante mina de Panguna y la nula ganancia económica para los locales desencadenaron en un movimiento independentista y de rechazo a las actividades mineras, y la isla se llegó a declarar independiente en 1975 aprovechando que la propia Papúa Nueva Guinea estaba descolonizándose en ese momento, aunque el Gobierno de este país volvió a recuperar el control del territorio poco después. Años más tarde, la aparición de la guerrilla independentista Ejército Revolucionario de Bougainville (ERB) en 1988 y la posterior supresión de la autonomía de la isla por parte del Gobierno central provocaron el inicio de la guerra civil de Bougainville (1988-1998). El ERB volvió incluso a declarar unilateralmente la independencia sin éxito en 1990, renombrando el territorio como República de Meekamui

Después de años de violencia, en 1995 se estableció un Gobierno interino en la provincia escogido por Papúa Nueva Guinea y Australia —antigua potencia colonial—, pero el Ejército papú y sus aliados locales continuaron cometiendo masacres en la isla. Se estima que el conflicto causó hasta 20.000 víctimas mortales, un 10% de la población insular, con consecuencias devastadoras para Bougainville. La paz entre entre el ERB y Papúa Nueva Guinea se declaró en 1998, y se oficializó con un acuerdo de paz en 2001 y un estatuto de autonomía para la isla que recogía el compromiso de celebrar un referéndum de autodeterminación entre 2015 y 2020.

La consulta se celebró entre el 23 de noviembre y el 7 de diciembre de 2019, después de haber sido aplazada en varias ocasiones, y el resultado fue claramente favorable a la secesión, un 97,7%. Aún así, el referéndum no era vinculante y, por lo tanto, será el Parlamento de Nueva Guinea el que tome la decisión definitiva. De aceptar la independencia, nacería un nuevo país con muchos retos que afrontar, pero también importantes recursos naturales, con unas reservas de oro y cobre valoradas en 58.000 millones de dólares en la mina de Panguna, que ha llegado a representar el 12% del PIB de Papúa Nueva Guinea. Por el contrario, la negativa del Parlamento papú a reconocer el deseo de la mayoría favorable a la independencia podría reabrir el conflicto.

Para ampliar: “Bougainville, el último campo de batalla del Pacífico”, David González en El Orden Mundial, 2015

Papúa, el juguete roto de la descolonización
División territorial de la isla de Nueva Guinea en la actualidad. La mitad oriental corresponde a Papúa Nueva Guinea y la occidental, dividida en dos provincias, forma parte de Indonesia. Fuente: Wikipedia

La parte occidental de la isla, por su parte, está dominada por Indonesia. Las tensiones entre papúes e indonesios son frecuentes, espoleadas por las diferencias étnicas, lingüísticas y religiosas. Cuando se cumplen cinco décadas de la anexión de la parte occidental de la isla por parte de Yakarta, el discurso proindependentista sigue muy vivo. La falta de legitimidad de la consulta de 1969 explica, en parte, la aparición de guerrillas secesionistas y movimientos de protesta pacíficos que denuncian violaciones de derechos humanos, discriminación socioeconómica, racismo y la estrategia de Yakarta de colonizar la región reasentando allí a pobladores indonesios, que ya están alterando drásticamente el equilibrio demográfico papú.

La mayoría de los papúes quieren formar un Estado independiente bajo el nombre de República de Papúa Occidental, pero la ausencia de diálogo complica cualquier avance en esta dirección. El Gobierno de Indonesia concedió un cierto grado de autonomía a las provincias papúes a principios de los años 2000 que no parece haberse implementado en la práctica. Por otro lado, Yakarta bloquea el acceso a la región a observadores internacionales, organizaciones no gubernamentales o diplomáticos, lo que hace imposible una respuesta internacional frente a la intimidación, torturas y abusos por parte de los militares indonesios que, según estimaciones, han causado la muerte de cien mil papúes desde 1963. No obstante, el apoyo diplomático que brindan a Indonesia países como Australia o Estados Unidos dificulta la resolución del conflicto, que está más estancado que el de la vecina Bougainville. Las últimas protestas, en el verano de 2019, se han saldado con una treintena de muertos, y demuestran que las relaciones entre indonesios y papúes siguen siendo complicadas.

Para ampliar: “Indonesia, una potencia islámica dormida en el sudeste asiático”, Diego Mourelle en El Orden Mundial, 2017

Los retos de las Papúas

Más allá de los movimientos de autodeterminación, las Papúas encaran múltiples retos. En Indonesia, al margen de la necesidad de celebrar un referendo en el que los papúes puedan expresarse sobre su futuro, se necesitan transformaciones importantes en otros ámbitos. No en vano, las provincias indonesias en Nueva Guinea son las que peor resultado obtienen en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en todo el país. Por otro lado, Papúa Nueva Guinea es un país en vías de desarrollo con importantes recursos naturales y una población joven, pero con una situación igualmente preocupante, a la cola de la lista de países en IDH. Con un Gobierno débil, sistemas sanitario y educativo mejorables, una alta tasa de violencia sexual, una dependencia excesiva de las industrias extractivas y una población creciente, los retos son enormes. La esperanza reside en los jóvenes líderes hijos de la nueva clase media, preparados y con ganas de transformar su país. 

Papúa, el juguete roto de la descolonización
Papúa Nueva Guinea e Indonesia encabezan la lista de países con más lenguas habladas. Fuente: Statista, 2019

Los conflictos por la autodeterminación y el pobre desarrollo económico marcan el día a día en las dos mitades de la isla de Nueva Guinea. Por si fuera poco, los intereses de distintas potencias internacionales también juegan un papel en la región: Estados Unidos, China, Japón o Australia son todos aliados o importantes socios comerciales de Papúa Nueva Guinea e Indonesia, y evitan posicionarse frente a los conflictos de independencia a que se enfrentan ambas. Con el referéndum en Bougainville mostrando una mayoría favorable a la independencia, el conflicto estancado en las provincias indonesias, y un contexto de violencia y empobrecimiento generalizados, el futuro es incierto en la isla de Nueva Guinea.

Para ampliar: “El derecho a la autodeterminación y los límites a la independencia”, Trajan Shipley en El Orden Mundial, 2018

Papúa, el juguete roto de la descolonización fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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