Para acabar con Eddy Bellegueule - Édouard Louis

Publicado el 10 marzo 2016 por Elpajaroverde
Todos pertenecemos a algún sitio. El sentimiento de pertenencia es inherente al ser humano, al igual que la necesidad de relacionarnos socialmente y pertenecer a un grupo. Somos animales sociales, nuestro valor individual es innegable pero tenemos que sentirnos integrados socialmente para sentirnos plenamente realizados y alcanzar eso que llaman felicidad. El primer grupo social al que pertenecemos es la familia, le siguen el colegio, el instituto, grupo de amigos, vecindad,... Sería fácil pensar, pues, que uno pertenece al lugar en el que nace, en el que se cría, pero no siempre es así. A veces no encajamos, somos extraños, sentimos rechazo, nos sentimos culpables incluso como si estuviésemos traicionando aquello que se espera de nosotros, hacemos lo posible y lo imposible por aparentar ser lo que no se es y así sentirnos uno más de la manada. Craso error. No se puede pretender ser quien no se es, no se debe querer ser quien no se es. El rechazo hacia uno mismo siempre será más doloroso que el de los otros, aunque no nos lo parezca. Somos seres sociales, sí, necesitamos el sentimiento de pertenencia, de integración, pero no a costa de inhibirnos individualmente. Algunos tienen la suerte de nacer en el lugar al que pertenecen, otros tendrán que recorrer un largo camino para llegar a él. Esta es la historia de cómo Eddy dejó atrás un mundo que no era el suyo. Esta es la historia de cómo Eddy Bellegueule se convirtió en Édouard Louis.
"Prefería aparentar que era un chico feliz. Me convertía en el mejor aliado y, hasta cierto punto, en el cómplice de esa violencia (y no puedo por menos de preguntarme, años después, por el sentido de la palabra complicidad, por las fronteras que separan la complicidad de la participación activa, de la inocencia, de la despreocupación, del miedo)."

Portada de Para acabar con Eddy Bellegueule

Eddy nació a principios de la década de los noventa del pasado siglo en una pequeña población rural del norte de Francia. Es la suya una región marcada por un fuerte determinismo social. Los chicos van al colegio, con un poco de suerte a la escuela le sigue la formación profesional, de allí, los hombres directamente a la fábrica del pueblo, las mujeres a trabajar de dependienta, cajera,... Chicas embarazadas jóvenes, matrimonios prematuros. Hombres que demuestran su hombría a fuerza de puños y alcohol, mujeres que disculpan el comportamiento de sus machitos y secretamente se enorgullecen de él. El mismo comportamiento, año tras año, generación tras generación, el mismo patrón. El que no lo sigue es un paria, un marginado, víctima de burlas y de quién sabe qué más. Nacer homosexual en un mundo de machos es un atentado a la hombría del lugar, parecerlo es una condena sin opción a revisar. El pecado no es serlo, el pecado es que se note, siempre, eso no tiene perdón.
No he condenado a este libro de antemano pero sí digamos que lo he puesto en cuarentena. Desconfío a veces de los libros basados en hechos reales por más que me interese el tema. El hecho de tratarse de un testimonio real no necesariamente hace mejor a un libro, muchas veces la ficción nos acerca a la realidad de forma mucho más objetiva y menos parcial. Este libro venía avalado por unas críticas extraordinarias, tal vez demasiado buenas, lo que le hace un flaco favor. Leí luego opiniones de lectores, especialmente de algunas compañeras blogueras cuya opinión valoro, y decidí levantar la cuarentena. ¿Pasó la prueba? Sí, con creces, pero repito: sus excelentes críticas son su peor aliado. El libro es bueno, mi mayor duda era si su autor sabría contar su historia de manera comedida, honesta, sin caer en sensiblerías, y lo ha sabido hacer. Ha sabido qué rescatar y qué descartar, cómo hilvanar anécdotas, cómo jugar con el hilo temporal. Ha sabido mantener el ritmo e intercalar su propio registro con el del resto de personajes. Su narración es sencilla, directa, honesta, veraz, dura, sin ser desgarradora. Su libro es bueno, sí, pero no brillante, le falta eso que no se puede explicar. Y no es esta una crítica negativa. La historia de Eddy es una buena lectura y muy recomendable además, pero no la considero, ni reveladora, ni el libro del año, ni estas... (no sé cómo calificarlas) cosas que se suelen decir. Concedo, eso sí, que Édouard Louis escribió este libro con solo veintidós añitos y que la madurez que muestra en él como escritor es asombrosa. No estamos pues ante alguien que escribe su historia, sino ante un escritor que cuenta la suya propia. Cabría aquí otra duda: ¿sería Louis capaz de contarnos una historia que no fuese la suya? El tiempo lo dirá. A mí esta duda no me crea conflicto, soy de las que piensa que se puede ser escritor escribiendo un único libro, o incluso sin escribirlo.
A Édouard Louis, nombre que adoptó Eddy Bellegueule en 2013, se le ha llegado a comparar con Zola y Dickens. A mí personalmente su libro me ha traído reminiscencias de "Las cenizas de Ángela". Su ambientación, la atmósfera decadente, el estrato social,... y todo ello a pesar de no compartir ubicación geográfica ni temporal. Me han sorprendido las condiciones en las que vivían Eddy y su familia teniendo en cuenta que estamos hablando de una Francia prácticamente contemporánea a nuestros días. Supongo que el hecho de que ambos protagonistas sean niños, sus historias sean reales y contadas por ellos mismos, y que los dos emprendieran esa especie de huida hacia adelante ha influido en que mi subconsciente haya conectado ambas lecturas a pesar de todo lo que las separa. Ambos dejaron atrás un mundo al que no pertenecían, pero el rechazo que sufrió Eddy fue mucho más brutal.

fábrica. Fotografía de Laura Escobedo

Vergüenza y burlas es lo que recibe nuestro protagonista como pago a su descarada homosexualidad. Sus andares, su voz, sus grititos, su gestualidad, delatan desde temprana edad sus formas afeminadas y amaneradas. Sus padres nunca terminarán de aceptar y comprender a ese hijo suyo, Eddy tampoco conseguirá aceptar como propio ese mundo sucio, pobre, ignorante, violento, machista e intolerante. Sufre acoso escolar, algo desgraciadamente tan de moda en nuestra sociedad y en nuestros días, y lo sufrirá silenciosamente, esto sí es capaz de esconderlo. Se esforzará en estar a 'la altura' de lo que se espera de él, en mimetizarse con su ambiente y convertirse en un tipo duro. Nosotros, lectores, seguiremos sus esfuerzos, su incomprensión bidireccional, su soledad. Yo sin embargo, y a pesar del rechazo que me produce el determinismo social que ahoga a Eddy, no puedo evitar en ocasiones sentir un punto de ternura hacia sus padres. Será que la ternura es hermana de la lástima que me inspiran los que no saben escapar de sus propias cadenas, será que Édouard Louis no solo ha sabido contar su historia si no la de un modelo social que espero y deseo esté ya en vías de extinción.
Y algo así también debió de desear Eddy porque al final su única opción fue dejar todo ese mundo atrás. A veces la decisión es simple: uno mismo o los otros. A Eddy se le presentó la ocasión y no la dejó escapar. Y así consiguió erigirse en lo que tanto se esforzó por ser y sin sospecharlo ya era, en lo que su familia y sus vecinos le reivindicaban y no supieron ver en él. Eddy Bellegueule, Édouard Louis o como quiera llamarse, desde que emitió sus primeros grititos, desde que balanceó por primera vez sus caderas al andar, desde que sus manos se atrevieron en una incontrolable danza a agitar la irrespirable atmósfera de su supuesto hogar, siempre fue, siempre ha sido, un auténtico tipo duro. Su libro lo demuestra.
"No creo que a los demás -mis hermanos y hermanas, mis colegas- los hiciera padecer tanto como a mí la vida en el pueblo. Yo, que no conseguía ser uno de ellos, de ese mundo tenía que rechazarlo todo. El humo era irrespirable por los golpes; el hambre era insoportable por el odio de mi padre.

Había que salir huyendo.Pero de entrada a uno no se le ocurre espontáneamente huir porque no sabe que existen otros sitios. No sabe que la huida es una posibilidad. Al principio intenta ser como los demás, y yo intenté ser como todo el mundo."

Drewryville District School - Corridor. Fotografía de Taber Andrew Bain

Ficha del libro:
Título: Para acabar con Eddy Bellegueule

Autor: Éduoard Louis
Editorial: Salamandra
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 192
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