Para bellum: “Hombres violentos”, un western glennfordiano para Las tres noches de Barbara Stanwyck

Publicado el 28 abril 2012 por Esbilla
Regreso a Las tres noches de Barbara Stanwyck con la recuperación de un curioso western dirigido por Rudolph maté en 1955 de acuerdo a la personalidad de su verdadero protagonista e impulsor: Glenn Ford.Hombres violentos (1955): Dejando la tierra quemada. hombres-violentos-1955-dejando-la.html*(…) Esta nueva posición estelar es inaugurada con un western sólido, áspero y melodramático donde el intérprete reincide en sus personajes marcados por al neurosis y la contención de una naturaleza violenta definitiva. Los personajes (Glenn)fordianos no comienzan las peleas; pero las terminan. Por su parte Barbara Stanwyck insiste sobre en su propio arquetipo de hembra dominante,ladymacbethina, carcomida por la ambición. Quizás no sea una de sus grandes interpretaciones, hay  sensación de piloto automático, aunque deja miradas y detalles para el recuerdo. En especial su triunfal despedida desde un balcón a una posse de asesinos reunidos para vengar la supuesta muerte de su marido, a quien ella misma abandonó en pleno incendio de su rancho. Tal marido está interpretado por el soberbio Edward G. Robinson, con la característica de aparecer con las piernas paralizadas a consecuencia de una guerra de pastos que no pudo ganar. Simbólicamente impotente, prácticamente se entiende que también, su fuerza anterior se ve trasladada a un doppelgänger (o más bien un facsímil) con la forma juvenil de su propio hermano, Brian Keith, quien también los sustituye como amante de su esposa. Como tantas veces en el western esta es también una reflexión sobre la virilidad. Rudolph Maté fue el director elegido por el interprete en virtud de su amistad y de una colaboración que provenía de la época de Maté como operador de fotografía en Gilda(Charles Vidor, 1946) y se había extendido a una reciente colaboración en la oscura pieza b The Green Glove (1952), un relato de espionaje, robos y aventuras localizado en Europa que volvía a reunir/enfrentar a Ford con el gran George MacReady. Era eficiente, seco y fiable. Uno de esos obreros de la clase B que permitían la boyante existencia de una clase A de vez en cuando, y gracias a la confianza de actores-estrella, accedían a producciones de cierta envergadura como la presente. Además Rudolph Maté aportaba aquí un notable sentido de la composición en exteriores, un interesante uso del color y una valoración de la violencia esencial para el relato.(…) continuar (…) En 1999 John Cusak impulsaba a través de la cadena de televisión por cable una versión western dela magistral crónica novelada Michael Kohlhaas, obra de Heinrich von Kleist escrita en 1811. Bajo el título de The jack bull (Sin piedad en su estreno televisivo y edición en dvd en España) y con dirección de John Badham se trasladaba al ambiente del western moral aquella historia de la querella, convertida en práctica rebelión, entre un tratante de caballos y un noble que abusaba de su posición. Tal recontextualización no chirriaba en absoluto gracias a la cercanía  entre el original y la propia entraña ética del género. Algunos de los elementos de mayor interés del drama presente en Hombres violentos bien podrían relacionarse con el relato de Von Kleist y su lógica demencial de la multiplicación de la violencia. (…) Recopilando todos  estos elementos lo que encontramos es un protagonista, como ha quedado dicho, recurrente en la imagen del actor. Una variación sobre su tipología. En esta ocasión un veterano de guerra, capitán yanqui exiliado en tierras sudistas a causa de una bala que le perforó un pulmón, decidido a volver al Este una vez recuperado y tras haber vendido un pequeño rancho por el cual no siente especial apego. Con ejemplar economía narrativa, una de las vigas maestras del cine norteamericano, se nos ha explicado el carácter y circunstancias de un personaje: es un cuerpo extraño, un individualista dentro de una comunidad; un líder que no quiere liderar y un hombre en relación estrecha con el uso de la violencia. Y debido a que conoce las consecuencias de esta, ha renunciado a su ejercicio. Maté diferencia en dos excelentes momentos violentos la manera distinta con la cual unos personajes (matones, pistoleros…) y otro (el profesional) se relacionan con el oficio de las armas. En una Parrish decide vengar la muerte, brutal y cruel, de uno de sus hombres haciendo frente al arma alquilada por el cacique Lee Wilkinson para limpiar el valle y amedrentar a los pequeños rancheros y granjeros. De acuerdo con aquella diferenciación que el Wyatt Earp interpretado por Joel McCrea hacía entre gunfighters y gunmen en la excelente Wichita (Jacques Tourneur, 1955), este personaje encarnado con su vesania habitual por el gran Richard Jaeckel es un gunfighter acostumbrado a matar indefensos o aterrorizados, pero desentrenado, por exceso de confianza, para enfrentarse a verdaderos gunmen. La secuencia se desarrolla rápido y se resuelve de manera expeditiva. En lugar de afrontar un duelo propicia con astucia un acercamiento físico. Después una provocación enmascarada de debilidad y un movimiento de relámpago finiquitado con un disparo a quemarropa en la barriga. No es una manera especialmente heroica y honorable, pero el propio Parrish advierte en un momento del film que no le hagan luchar, porque entonces lo hará a su manera. (…) continuar*