De Marta puedo decir poco, la critiqué tanto o más que cualquiera, supongo que la opinión pública es como un orco en busca de carnaza, y cuanto más huela más pesada será la digestión. Sería hipócrita no disculparse con la mejor deportista española de todos los tiempos, casi tanto como entrevistarla como si nada hubiera pasado, casi tanto como cambiar portadas de periódicos como quien chupa una piruleta. Pero ya los perdones no valen, porque una vez más nos va a demostrar, a base de ovarios, que quizás debería haber nacido en otro sitio para ser considerada la mejor. Porque sé que va a hacer algo grande en Londres, porque lo demuestra con cada palabra que suelta por su boca.
Y es que de la radio se aprende mucho, se entiende que es tan individual como hacer footing un rato, como irse a dormir con ella un lunes lluvioso o como hacer infinitos kilómetros de carretera, hacia un destino deseado. Nos educa en la reflexión y entrena nuestra imaginación. Mientras tanto, pierde audiencias que la cambian por la caja tonta. La misma que nos enchufa cada día a lo más bajo del sentir humano, a la falta de respeto por la cultura o lo colectivo. Esa misma que nos hace cómplices del banquete de la carnaza, de la crítica a quemarropa, la misma que entrevista a madres de asesinos de otras Martas, que no tienen culpa de ser víctimas de la hipocresía de la sociedad que hemos creado, o quizás sí. Habrá que hacerle caso a quien lo ha sufrido en sus propias carnes y menuda razón lleva, es para echar a correr.