El grito en el cielo.
Seguro que si has llegado hasta nosotros, ya has leído algún que otro artículo sobre los gritos y la educación de nuestros pequeños. En todos los artículos habrás leído exactamente lo mismo. Los gritos son malos. No se pueden utilizar para educar. Y si los usas, eres muy mala madre o padre.
Alguien se ha parado a ver a nuestro alrededor. Y me refiero España. Somos los reyes de los gritos. Los niños gritan, los adolescentes grita, los adultos gritan y los ancianos gritan. Los gritos forman parte de nuestra cultura.
Muchas veces nos olvidamos de entender lo que significa cada cosa. Así debemos definir un par de conceptos los gritos y hablar en voz alta.
Gritar: Se define como levantar la voz más de lo habitual. Lo que quiere decir hablar en voz alta.
En otro artículo anterior hablábamos de la forma correcta de comunicarnos con nuestro niño así como la actitud que debemos tomar hacía él. Un punto clave para conocer el tono ideal de la educación.
¿Por qué grito a mi niño?
Las personas tenemos varios motivos por los que solemos gritar. Y curiosamente, son muy dispares. Con lo que no se pueden relacionar directamente. Diferenciaremos los siguientes:
- Cuando nos sacan de quicio, perdemos la paciencia. Que dependiendo de quien tenemos más o menos aguante.
- Por euforia o alegría. Muchas veces nos olvidamos que una gran parte de los gritos que damos, es cuando estamos felices y no cuando estamos regañando.
- Por que hablamos alto. Hay gente que tiene un tono de voz muy alto. Ya sea por costumbre o por que en algún momento le sale.
Los gritos no son tan malos como nos dicen. Dependiendo si lo utilizamos cuando lo tenemos que utilizar. De hecho, existe una terapia muy interesante que está basada en los gritos. Y que curiosamente funciona muy bien con los niños. Es una forma de quitar tensión y estrés a los niños.
El problema es que no somos realistas con las situaciones que nos tocan vivir. Así como la sociedad en la que vivimos. Y es muy fácil decir a una madre que es mala por que ha gritado a su niño. Habrá que ponerse en la situación de la otra persona. E intentar comprender y explicarle otras alternativas. No vale decir, los gritos son muy malos para educar. Y a la vez, llevamos al niño a un partido de fútbol, mientras papá grita como un energúmeno. O mientras ve a los padres gritarse, o viendo una película, los padres ponen el grito en el cielo por cualquier motivo.
Es obvio que decir las cosas gritando, no es buena forma para nada. Pero, al igual que los niños lo verán en su entorno, aunque no sea directamente a ellos. Nosotros también lo hemos vivido durante toda nuestra vida. (Si vas al extranjero de turismo y ves un grupo muy ruidoso, es muy probable que sea de españoles.)
No puedo gritar bajo ningún concepto a un niño.
Todos sabemos que los niños son más espabilados de lo que nos pensamos. Pero, se nos olvida. Si gritamos en una ocasión concreta a un niño, al que no solemos gritar. El mismo niño, sabrá distinguir perfectamente que está pasando. Lo primero que hará será preguntarse ¿Por qué me han gritado? es algo raro para él. Habrá algún motivo para ello. Y no lo asumirá como lo normal por que ocurra alguna vez. Desde luego no le vamos a crear un trauma si le gritamos un par de veces en su vida. Lo que si conseguiremos es llamar mucho más su atención.
Hay un ejemplo de esto muy claro. Si tu niño te ve siempre con una sonrisa en la cara. En el momento en que te vea enfadada, le va a parecer extraño. Y va a resultar mucho más efectivo que no el estar todo el día enfadado y riñiendole. Los niños se fijan mucho en los gestos y las actitudes que tenemos. Y nuestro trabajo es crear un ambiente a su alrededor sano. Y desde luego un ambiente con gritos no lo es. Pero, no te olvides de los demás factores que influirán en su educación. Colegio, amigos, televisión, familia, Internet…
Por suerte, yo soy una persona muy tranquila y con mucha paciencia. Lo que hace que me resulte más fácil no gritar a los niños. Aunque no todos somos iguales. Y reconozcamos que hay momentos en que algunos niños pueden sacarnos de quicio. En la guardería es más fácil, te sales de la clase un momento y te relajas. Pero, en casa todo es más complejo. Vamos que para conseguir no gritar a los niños debemos educarnos primero a nosotros mismos. Y para eso, la relajación, el yoga, técnicas de respiración son ideales. Aunque tienes mil métodos.
Lo fundamental, se que si alguna vez lo hacemos sea algo esporádico, no lo común. Eso lo veremos muy fácilmente. Solo con ver su reacción ante un grito. De hecho, cuando el niño está acostumbrado a que le griten, se convierte en algo tan habitual, que el niño hace el mismo caso que si le hablamos normal. Pasa de nosotros.
Algún ejemplo en el que si lo uso.
En la guardería tenemos muchos niños. Y tenemos que cuidar y protegerles a todos por igual. Los gritos no son la rutina del día a día evidentemente. Aunque si que hay un motivo en particular por el que le entiendo y defiendo el grito. Se trata cuando vemos a un niño al otro lado de la clase a punto de morder o arañar a otro niño.
Tienes que llamar su atención en una décima de segundo para que sepa que le estamos mirando y que no puede morder. Si no lo conseguimos, el otro pobre niño acabará con un buen mordisco. Y es evidente que no es lo que queremos. Ahora estamos probando a utilizar un silbato, para evitar así los gritos. Aunque de momento no ha funcionado igual.
Ante un peligro. Los gritos no solo sirven para reñir a los niños. También es la forma que tenemos los humanos para advertir de un peligro. Es cierto que puede causarles un susto en ese momento. Con lo que solo lo utilizaremos cuando sea un riesgo mayor que lo que le vamos a asustar.
Conclusión.
Siempre veremos los extremos. Los gritos son malos para educar. Evidentemente educar a base de gritos es malísimo. Pero, si damos algún grito de muy vez en cuando no pasa nada. Los gritos son parte de la vida y nos serán útiles para según que cosas.
En otro artículo veremos todos los efectos que puede producir los gritos en los niños. En este caso, lo veremos cuando los gritos son utilizados como la base de la educación y como algo del día a día. Con el fin de enseñar y corregir las actitudes.