Ha pasado ya algún tiempo, pero una ojeada a, reloj le demuestra que ni siquiera ha transcurrido aún la mitad sel que tiene a su disposición.Y de pronto, como si fuera una estrella errante, la primera hermana, se despierta y viene donde usted, entra en su cabeza y se tumba., humildemente, en su cerebro. Debe transcribir inmediatamente esa palabra, y transcribirla en mayúsculas, pues ha crecido durante el viaje. Es una palabra corta, ágil y veloz; es la palabra RED.Y es esa palabra la que pone en guardia a todas las demás, un rumor, como el que se escucharía al abrir las puertas de una clase de dibujo, se apodera de toda la habitación. Al poco rato, otra palabra surge en su mano derecha; ay, amigo, se ha convertido usted en un prestidigitador involuntario. La segunda palabra desciende de la pluma deslizándose a dos manos para luego saltar a la plumilla y hacerse con la tinta un garabato. Este garabato dice: MANOS.Como si abriera un sobre sorpresa; tira de la punta de ese hilo (perdóneme el tuteo, al fin y al cabo somos compañeros de viaje), tira de la punta de ese hilo, decía, como si abriera un sobre sorpresa. Saluda a ese nuevo paisaje, a esa nueva frase que viene empaquetada en un paréntesis: (Sí, me cubrí el rostro con esa tupida red el día en que se me quemaron las manos.)Ahora mismo se han cumplido los tres minutos. Pero he aquí que no has hecho sino escribir lo anterior cuando ya te vienen muchas oraciones más, muchísimas más, como mariposas nocturnas atraídas por una lámpara de gas. Tienes que elegir, es doloroso, pero tienes que elegir. Así pues, piénsatelo bien y abre el nuevo paréntesis: (La gente sentía piedad por mi. Sentia piedad, sobre todo, porque pensaba que también mi cara había resultado quemada; y yo estaba segura de que el secreto me hacía superior a todos ellos, que así burlaba su morbosidad.)Todavía te quedan dos minutos. Ya no necesitas el diccionario, no te entretengas con el. Atiende sólo a tu fisión, a tu contagiosa enfermedad verbal que crece y crece sin parar. Por favor, no te demores en transcribir la tercera oración (Saben que yo era una mujer hermosa y que doce hombres me enviaban flores cada día.)Transcribe también la cuarta, que viene pisando los talones a la anterior, y que dice: (Uno de esos hombres se quemo la cara pensando que así ambos estaríamos en las mismas condiciones, en idéntica y dolorosa situación. Me escribió una carta diciéndome, ahora somos iguales, toma mi actitud como una prueba de amor.)Y el último minuto comienza a vaciarse cuando tú vas por la penúltima frase: (Lloré amargamente durante muchas noches. Lloré por mi orgullo y por la humildad de mi amante; pensé que, en justa correspondencia, yo debía hacer lo mismo que el: quemarme la cara.)Tienes que escribir la última nota en menos de cuarenta segundos, el tiempo se acaba: (Si dejé de hacerlo no fue por el sufrimiento físico ni por ningún otro temor, sino porque comprendí que una relación amorosa que empezara con esa fuerza habría de tener, necesariamente, una continuación mucho más prosaica. Por otro lado, no podía permitir que él conociera mi secreto, hubiera sido demasiado cruel. Por eso he ido esta noche a su casa. También él se cubría con un velo. Le he ofrecido mis brazos y nos hemos amado en silencio; era feliz cuando le clavé ese cuchillo en el corazón. Y ahora sólo me queda llorar por mi mala suerte).Y cierra el paréntesis- dando así por terminado el cuento - en el mismo instante en que el último grano de arena cae en el reloj.
-Atxaga Bernardo. "Para escribir un cuento en cinco minutos".