Pelo rubio, ojos azules. Habla a nivel nativo catalán, castellano y alemán. Cuando era joven, además, inglés y francés. Trabajó unos años de azafata en una compañía aérea, para entrar como operadora de ordenadores y luego como secretaria del hijo de uno de los jefazos de la que, por aquel entonces, era la tercera empresa de país. Curiosamente, dicen que yo me parezco más a ella.
A los treinta años se retiró de trabajar para tener a su hijo y a su hija. Diez años más tarde creó su propia editorial hasta que se jubiló a los 65. Ahora vive feliz yendo tres veces a la semana a natación. Tomándose lo que quiere de la carta gracias a su pensión.
La única mujer que no le importa que yo gane poco trabajando. Solamente a ella le trae sin cuidado que sea gordo o delgado. Pasa que se me vea cara de adolescente, y me acepta aunque nunca sea abuela, por mi parte.
Una mujer que, a pesar de todo eso, sigue amándome como el primer día. O más. Sigue resfriándoze de mala manera varias veces cada año cuando llega el auténtico frio. Pero seguirá sin ir bien tapada por la calle. Contadas veces la he visto con una bufanda.
Para ti, mamá... que ha sido tu cumpleaños.
Todavía me recuerda la lástima de que al nacer, yo no tuviera los ojos azules como ella, como el abuelo, como el tío...