«Hacia 1922 –dice Willa Cather en el preámbulo de este libro– el mundo se partió en dos»: la Primera Guerra Mundial había marcado un antes y un después en la historia de la cultura occidental, y hacia «los siete mil años del ayer», y para los «rezagados» en esos años, quiso dirigir la autora los recuerdos, impresiones y ensayos de Para mayores de cuarenta (1936). Esbozos de teoría de la novela y aproximaciones críticas a la obra de escritores como Thomas Mann o Katherine Mansfield alternan en esta colección con semblanzas de nobles y antiguas mujeres a las que conoció y que, por su «verdadero genio de supervivientes», recuerdan a las heroínas de sus novelas: madame Caroline Grout, la sobrina de Flaubert, a quien éste dedicó algunas de sus más célebres y tiernas cartas; la señora Fields, viuda de un editor de Boston, que vivió lo suficiente para conocer a Shelley y a los cubistas; y Sarah Orne Jewett, la escritora de Maine, que «se conformaba con pasar desapercibida, si con ello podía seguir siendo ella misma». Una defensa a ultranza de la personalidad y de la experiencia, de la imbricación entre literatura y vida, caracteriza estas páginas breves, melancólicas e intensas, de un lirismo y una imaginación excepcionales.