Para meditar no hace falta creer en ninguna religión

Publicado el 11 marzo 2018 por Blogger Freddy Arellano @bloggernota

Cada día nos duchamos, nos alimentamos equilibradamente y practicamos algo de ejercicio físico para cuidar la salud del cuerpo. ¿Pero qué hacemos por nuestra salud mental? La meditación es la técnica por excelencia de higiene espiritual. Sería muy largo enumerar todos los efectos que le atribuyen los expertos, pero quizá uno de los más valiosos sea el cultivo de la ecuanimidad respecto a uno mismo.

Las ideas centradas en el “yo”, que hasta ese momento parecían tan importantes, se hacen más relativas gracias a la práctica regular de esta técnica. Se adquiere la habilidad de observar la propia dinámica mental, lo que lleva a tomar decisiones con calma y acierto.

Las preocupaciones se difuminan y la persona se va encontrando cada vez más cómoda en la propia piel. Además, existen varios estudios científicos rigurosos que aseguran que mejora la salud anímica y física, con lo que se reduce el riesgo de caer enfermo.

Para meditar no hace falta creer en ninguna religión ni filosofía especial. De hecho, todos meditamos sin darnos cuenta porque es un estado natural de la mente. Lo hacemos cuando disfrutamos de un paisaje o de un paseo, al leer con gusto o cuando estamos concentrados en cualquier tarea. Meditamos siempre que estamos plenamente aquí y ahora. La meditación simplemente consiste en alcanzar ese estado a propósito.

Existe tal variedad de técnicas meditativas que cualquier persona puede encontrar la que mejor se adapta a sus características.

La práctica sentada

No lo pensemos más y decidámonos a probar. Busquemos un rincón tranquilo y concedámonos un tiempo en el que estemos seguros de que nadie nos va a interrumpir. Sentémonos en el suelo, con las piernas cruzadas, las palmas descansando sobre las rodillas y la espalda recta. Si colocamos un pequeño cojín bajo los isquiones, nos será más fácil mantener la posición.

Ésta es la postura típica, pero, en realidad, se puede meditar en cualquier posición: tumbados, de rodillas… Eso sí, los practicantes zen dan gran importancia a que la espalda esté correctamente alineada. La atención a la postura forma parte de esta técnica meditativa y, además, evita que la comodidad induzca el sueño.

Respiramos despacio y profundamente por la nariz. Sentimos cómo el aire entra y sale del cuerpo. Esta primera fase debe servir para relajarnos profundamente.

A continuación, tenemos varias opciones. Podemos, por ejemplo, concentrar la atención en una imagen, en un sonido, en movimientos corporales o en la respiración. Muchos expertos recomiendan elegir la respiración, sobre todo a los principiantes.

En ese caso, sólo tenemos que prestar atención a los movimientos respiratorios. La mente observa cómo el aire entra lentamente por la nariz y llena, primero, la parte baja de los pulmones y, luego, la parte alta. Apreciamos los sonidos y sensaciones que produce el aire. Después, espiramos más lentamente aún (la espiración debe durar el doble de la inspiración).

Mientras respiramos conscientemente, la mente no dejará de producir ideas. El objetivo esencial es no hacerles caso. Para ello, observamos los pensamientos como si fueran nubes que pasan. De hecho, descubrir la existencia de un nivel de conciencia capaz de observar el diálogo interior es el primer hallazgo de los meditadores.

Cuando notemos que las ideas nos atrapan, simplemente debemos concentrarnos de nuevo en la respiración. Así una y otra vez hasta que se haya cumplido el tiempo de práctica que nos hayamos propuesto.

Imágenes mentales

Además de en la respiración, se puede centrar la atención en imágenes. Frecuentemente se recurre a los mandalas, pero también es posible utilizar fotos, cuadros o velas.

Hay que colocar la imagen a un metro de distancia aproximadamente y fijar en ella la mirada, evitando seguir la estela de los pensamientos que de forma ineludible acuden a la mente.

La visualización es otro tipo de técnica meditativa. Con los ojos cerrados, hay que imaginar un objeto, una persona o una escena, tratando de recrear mentalmente tantos detalles como nos sea posible. La elección del tema de la visualización sirve para trabajar determinadas cualidades. Por ejemplo, se puede cultivar la bondad, la fortaleza física o la tranquilidad.

Otra posibilidad es visualizar cómo una lluvia de energía azul penetra por la todos los rincones del cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, llenándonos de bienestar y salud física.

También se puede meditar con sonidos. Repetir una palabra o una frase, o bien, escuchar sonidos o melodías ayuda a alcanzar el estado meditativo. El mantra om –el sonido primordial–, la vibración de un cuenco, una fuente de agua o una oración cumplen el mismo objetivo: entonar cuerpo y espíritu.

En movimiento

Aunque se asocia la meditación con la quietud de la postura del loto y de los practicantes zen, también podemos meditar en movimiento. El yoga, el taichi o el Chi Kung son prácticas meditativas milenarias que parten del cuerpo como herramienta para conectar con uno mismo y con el presente…