Para nada

Por Louzan
Me comparte el amigo Smiorgan un enlace con el ánimo (serás cabrito) de que me encienda y reparta leña a manos llenas. No seré yo quien se corte en este sentido, está claro, pero quiero ser hoy algo más analítico porque el tema lo merece y porque, quizá por casualidad, he dado con el que yo creo que es el quid de la cuestión; que el consumidor general de vino ha empezado a escribir en la web y lo hace sin cortafuegos.
El blog en cuestión es este y el post este otro. Se trata de un individuo que nos habla de su "refugio personal" para comprar vino. La gracia del asunto, para nosotros, el colectivo "enofriki", está en que el tipo da por bueno que existen vinos por menos de 3 euros que son algo más que sopa de químicos, que hay que fiarse de que un vino es "100% albariño" a pesar de ir por la vida sin contraetiqueta y a ese precio y que, además, cree que comprar vino a ese precio te permite beber "un Albariño de calidad sin el sablazo que conlleva comprar un D.O. Rías Baixas". Acabáramos.
Todo el asunto no pasa de provocar risa, claro está, salvo que uno crea que este personaje es algo más que un consumidor irresponsable. Porque el tipo afirma que, en una charla con un "enólogo", el supuesto especialista le dice esto:
"– Si estás empezando en el mundo del vino, no te gastes más de 20 euros en un tinto, ni más de 6 en un blanco.

– Pero, ¿hay Albariños que se venden mucho y cuestan unos 15 euros?

– ¡Claro! Porque la gente los compra a ese precio."
Hay que joderse. Tu, compañero viticultor, matándote a hacer vinazos que salen al mercado a 9, 10 y 11 euros y resulta que eres un ladrón sin escrúpulos. Quien lo iba a decir, ¿eh?.
Dejando a un lado que la conversación haya sido o no real (y que deja bastante mal a la profesión, dicho sea de paso) el principio que manifiesta es de capitalismo de libro..."cuestan eso porque la gente está dispuesta a pagar por ellos ese precio". Pues claro. Si Milton Friedman levantara la cabeza.
Otra cosa que surge al ver el post es pena. Hay gente que considera, seguro que con toda la razón personal puesta en ello, que Marques de Vizhoja es un vino 100% albariño, algo que no solo desacredita la ausencia de contraetiqueta (sobre esto habría mucho que hablar) sino la propia justicia en las múltiples denuncias interpuestas contra esa bodega por usar el supuesto origen gallego de sus vinos como argumento de venta. La Xunta multó al grupo industrial en 2011 y el Supremo acabó por ratificar la sanción años después. Ni son gallegos ni se les espera.
Así las cosas, lo que se puede extraer de todo este cataclismo de pura incoherencia, falta de rigor, sentido común, respeto al vino, a las variedades y al trabajo de los viticultores y mal gusto en general es esto: no hemos aprendido nada.
El consumidor medio no sabe de nada ni tiene interés alguno en saber sobre nada. Él solo sabe que en el super hay lo que hay y que, en algunos casos, es económico. Y ese solo hecho, separado de la pasión, la devoción a la viña, el respeto, la sostenibilidad y el trabajo en campo y bodega, hace inviable cualquier otra forma de defensa de los vinos auténticos, verdaderos o únicos que tanto gustan "a este lado de la fuerza". El tan cacareado trabajo de indetificación y visibilización que habrían hecho las DOs cae también por su propio peso ante el argumento citado y ante el hecho cierto de que, en Galicia y fuera de ella, quien más sigue vendiendo haciéndose pasar por gallego es Marques de Vizhoja. Así que sí, tener contraetiqueta no sirve para mucho, ni por barato ni por caro, ni en España ni fuera de ella.
La pregunta de hecho a estas alturas es: ¿Para que sirve exactamente tener contraetiqueta?. No es un asunto baladí. Para la mayoría consumidora, el vino vale lo que dicen que vale. Y si cuesta más, es por imponderables tales como la escasez, la antigüedad o la marca. No cuestan más porque producirlos conlleva mayores costes. Cuestan más "porque quieren" y si hay alguien tan "tonto" como para pagarlos a ese precio allá el. Ese es el trasfondo de todo esto, el que emana de esos post y del espíritu que defiende. "La calidad no es cara", "lo que vale mucho cuesta muy poco", etc.
El superdescuento acabó con la posibilidad de ofrecer nada a su justo precio en alimentación en este país, incluido el vino.  Y ahora, además, te lo escribe cualquiera en un blog para que todo el mundo lo lea. Genial.