Eran las 4:45 cuando de repente abrí los ojos mucho antes de la alarma diaria de las 5am que marca el inicio de un nuevo día y sin darme cuenta encendí el móvil cual robot y las notificaciones comenzaron a aparecer una tras otra. Es lo que tiene cuando vives a 9.000 km de la tierra que te vio nacer. Abrí el periódico para leer los titulares antes de dar el salto a los ejercicios matutinos cuando la notificación de un chat llamó mi atención. La última conversación después de meses en silencio había sido hace poco más de una semana y comentaban que habías enfermado de COVID19 y que estabas grave. De inmediato comenzaron las preguntas; dónde, cómo, y qué. La noticia no me había sorprendido puesto que días antes tu hermano lo había comentado por Facebook. El bendito Facebook que tiene eso de enterarte de la vida de la gente que aprecias aunque al mismo tiempo te separe.
Pues bien, el mensaje de ese día, no era eso. Una palabra; OK seguido de un “me están informando que Norita falleció”
Seguí leyendo y sin atreverme siquiera a responder miré el reloj y aún no era muy tarde así que le escribí a Mariana, nuestra Mariana, ella me diría que no era verdad, que seguía soñando y seguro me diría que todo estaba bien.
A Mariana también le tomó por sorpresa, creía que ella sabría mucho más que yo y para su sorpresa, tuve que darle la noticia de la peor manera; Mariana, dime que no es cierto. Ella tampoco lo sabía.
Esa mañana del 3 noviembre fue extraña. Sabes que mi relación con la muerte es pragmática y mi corazón se escuda en razonar y pensar en todo lo bueno que ha pasado sin pensar en el pesar que es el no volver a verte. Dicen que sólo se va el que es olvidado y tal vez por eso la cabeza comienza a revivir cada momento, cada detalle y ese famoso hueco en el corazón, se va llenando de recuerdos. Recordé el primer día de clases, el primer hola que intercambiamos. El campamento ese de clase de deportes donde descubrimos una piscina alejada de todos y donde pudimos nadar a nuestras anchas sin importar el qué dirán. Reviví aquellas noches en vela en tu casa cuando tenías que estudiar y las fiestas que me inventaba a última hora tan solo para invitar al chico que me gustaba. De cuando nos parábamos encima de la mesa para gritar digo cantar Torn y I think I’m paranoid Pero sobretodo recordé tu eterna sonrisa y de cómo en una de nuestras últimas charlas comentaste que cómo era posible que después de todo lo que había vivido podía seguir sonriendo. Pues Nora mi secreto siempre fuiste tú. Me enseñaste a sonreír a disfrutar y a no malgastar ningún día sin importar nada. Tú con esa sonrisa en la que no importaba que hubiera un día malo o un día en la que las medicinas te hicieran flaquear, siempre estabas dispuesto a todo. Eras la primera para estudiar y la primera para irse de parranda. No le tenías miedo a nada ni a nadie.
Por extraño que parezca las agujas no me gustan (como al 90% de las personas) y digo extraño porque cuando se trata de ser enfermera estoy a dispuesta a todo pero cuando se trata de mí, huyo, lloro y pataleo. Nunca pensé que esa primera vez que te vi darte un chute de insulina me prepararía para normalizar una enfermedad crónica. Recuerdo preguntar la cosa más tonta; ¿duele? Y digo tonta por qué nunca pregunté por qué o para qué. Solo me preocupaba que no te doliera o por si tenía que darte tiempo antes de lanzarnos a la piscina o a lo que fuera. Me preparaste para mi futuro 15 años después.
Ha pasado una semana y he pensado mucho en qué decirte porque no he dejado de pensar un solo día en las aventuras que compartimos, en las risas, en las palabrotas, en las anécdotas, en las charlas de amores y desamores, en el tequila, en las canciones que gritábamos a todo pulmón, en el grupito de rarunos que nos inventamos porque a pesar que eras amiga de hasta las hormigas eras una más del grupo de los raros, los introvertidos, los de las fiestas más alternativas, los coolturetas, los snob que de vez en cuando bajábamos de nuestra nube para convivir con el resto. Pero tú siempre fuiste amiga de todos.
Hoy es tu cumple y la fuerza de la costumbre me ha hecho escribir y borrar varias veces el mensaje de ¡Feliz Cumpleaños! acompañado de un gif de perros con gorrito cumpleañero. Hoy ese mensaje no lo leerás como tampoco esto pero no podía dejar pasar este día que tanto te gustaba y decirte simple y llanamente gracias. Me siento profundamente privilegiada por haberme topado en tu camino. Y créeme, no soy la única. He leído una y otra vez los mensajes en el bendito Facebook de gente que ni conozco pero que hoy abrazo con todas mis fuerzas. El mensaje se repite; tu sonrisa, tu bondad, tu fuerza, tu lucha diaria, tu amistad, tu entereza, y así podría seguir y seguir describiendo todo tu ser. Pero hasta aquí puedo llegar porque aunque estas palabras no se lean en alto, la voz comienza a flaquear y las lagrimas ya no me permiten ver bien.
Gracias Nora Grau, gracias por toparte en mi camino. Prometo seguir luchando y sonriendo tal y como me has enseñado.
Noviembre 2020