¿Para qué estudiar Paleontología? Parte 1

Por Robertotherium @Robertotherium
Vivimos en una época en la que los avances científicos se producen en cantidades tan vastas que casi cada minuto se publican resultados en las revistas científicas. Como en toda actividad humana, hay modas. Y éstas atienden a las necesidades del momento y lugar. Las ciencias biomédicas están quizá hoy en su punto más alto y aunque hace un mes el tópico caliente era el VIH o el cáncer, hoy lo es el ébola. Pero hay otras ciencias que están teniendo avances similares, casi todas ellas tienen que ver con cuestiones aplicadas, tales como robótica, nanotecnología o ingeniería avanzada. 
Portada del volumen 345 de la revista científica Science dedicado al VIH/SIDA. El número con ébola aún no se edita, pero quizá no tarde mucho. Imagen propiedad de Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.
Entre toda esta parafernalia científica, encontramos ciencias denominadas "ciencias básicas". Pero no todas son iguales, hay algunas como la física, la fisiología animal, la cosmología o las matemáticas, de las que pueden desprenderse aplicaciones potenciales; pero también existen otras que de plano no aportan, ni aportarán ni un bledo a la construcción de naves espaciales, de un nuevo teléfono móvil o a la cura del cáncer, SIDA, ébola u otros grandes males. Entre esas ciencias "inútiles" para el capitalista convencional, encontramos la Paleontología (ciencia de la que trata este blog y mi carrera profesional). Entonces ¿por qué cometer suicidio científico y monetario? O ¿para qué estudiar algo que "no aporta nada" al avance de la sociedad?
"Investigación de Gondwana" es una de las revistas de geociencias con más alto factor de impacto (8.122 en 2014), que comparada con otras revistas con tendencias y modas más marcadas, palidece. Por ejemplo comparada con la "Revista de Medicina de Nueva Inglaterra (New England Journal Of Medicine), con sus 54.42 puntos de factor de impacto en 2014. Imagen y revista propiedad de la editorial Elsevier.
A lo largo de mis estudios, he descubierto que hay dos tipos de razones, las románticas (que no por ello dejan de ser válidas) y las fácticas. Dentro de las románticas tenemos:
1. Saciar la curiosidad humana. 
La naturaleza de nuestra especie es ser curiosa. Somos además, los únicos animales conocidos que se hacen preguntas y nos encanta preguntarnos acerca del pasado. Al estudiar Paleontología, llenamos pizca a pizca un gigantesco granero con diminutos granos de los que cualquiera (con las herramientas necesarias) puede cocinar un pastel. El estudio de los fósiles nos permite acceder a mundos que parecen salidos de la ciencia ficción, tales como: un planeta dominado por muchas especies de simios erectos y con tecnología lítica (Plioceno tardío-Pleistoceno temprano); un planeta con criaturas terrestres más largas que las más grandes ballenas de hoy (Jurásico tardío-Cretácico temprano); un mundo cubierto totalmente por microbios y un único supercontinente baldío (Proterozoico); un mundo helado, similar a la luna Europa, con oasis de vida microbiana en altamar (Criogénico); un planeta atestado de artrópodos gigantes como ciempiés del largo de un auto, escorpiones del tamaño de un poodle y libélulas con la envergadura de un águila (Carbonífero temprano); etcétera. 
Australopitecinos en el verdadero planeta de los simios. Arte por el fantabuloso Zdeněk Burian.
Sismosaurios por el también fantabuloso artista Mark Hallett.
Paisaje del Proterozoico. Arte por Henning Dalhoff.
La tierra durante el Criogénico. Arte por el artista Mikkel Juul Jensen.
Artrópodos gigantes del Carbonífero. Arte por Richard Bizley.
2. Ampliar nuestros conocimietos como especie. 
Este motivo está íntimamente relacionado y/o producido por el anterior, aunque tiene su mérito propio. Así como reza el adagio "quién no conoce su historia está condenado a repetirla", el conocer el pasado no es meramente romántico, pues a veces nos puede ayudar a evitar situaciones que nos podrían extinguir, como impactos de cometas/asteroides, vulcanismo extremo o el afamado cambio climático y calentamiento global (sólo por mencionar algunos). Es de hecho gracias al estudio de los fósiles que se supo por primera vez y sin lugar a dudas, que las especies que se extinguían, no volvían a aparecer jamás. Quizá esto suene ridículo a primera vista, pero si tenemos en cuenta que los primeros paleontólogos y naturalistas eran creacionistas (distintos claro, de los modernos), nos es más entendible que para ellos, las plantas y animales eran creaciones perfectas de Dios y que por lo tanto, no podían desaparecer (eso restaría gloria al señor).
Escena de la extinción de los dinosaurios por el artista Mauricio Antón.
Y conocer el pasado no sólo sirve para salvarnos el pellejo o el de otras especies, también tiene una dósis de identidad. A los hallazgos paleontológicos nos referimos recuentemente como el "patrimonio histórico natural" de alguna población, estado/provincia/territorio o país. Y esto no es gratuito, ni sólo se hace con fines de estimular la investigación paleontológica, también es muy, pero muy cierto. Y aunque no debemos caer en nacionalismos sin sentido, debemos reconocer y salvaguardar el legado natural del mundo al que vinimos a parar; pues es nuestra obligación como los únicos seres autoconscientes y ententidos del pasado profundo del mundo. Pero, al igual que las óperas de Bach, o que las pinturas de DaVinci, los descubrimientos paleontológicos no aportan nada a la construcción de un puente o a la génesis de una importante empresa, no. Nos otorgan algo más importante: inspiración y gozo al espíritu humano, por el simple gusto de aprender. 
¿Por qué no? Aprender paleontología por puro gusto.
Por ahora, esto es todo mis estimados paleofrikis. En otra entrega escribiré más razones sobre el porqué estudiar paleontología.