Joan Margarit (Sanaüja, Lérida,1938) es uno de los grandes poetas contemporáneos en lengua catalana; y castellana, pues él mismo se define como poeta bilingüe. Además de poeta -o quizás a causa de, creo que ambas cosas van de la mano- es una persona con una extraordinaria lucidez, cuyas opiniones sobre el arte y la vida vale la pena conocer, porque son como rayos certeros que iluminan lo que tocan. Recientemente he leído una entrevista suya en la revista digital catorze.cat, donde, al hilo de las preguntas, desgrana una serie de cuestiones que me parece interesante reproducir aquí, pues las palabras de Margarit refutan (o confirman) ciertos lugares comunes en torno a la lectura y la poesía [en negrita mi titular, el lugar común, en cursiva lo que Margarit dice]:
-No hay tiempo para escribir
Decir que no tienes tiempo es una mentira flagrante. Si le preguntas a alguien cuántas citas de amor ha dejado de hacer en su vida por falta de tiempo, te contestará que ninguna. [...] La poesía siempre ha sido una prioridad en mi vida y siempre he encontrado tiempo para dedicarle. Durante los momentos difíciles, aún más. Cuando hacía de arquitecto también pensaba en ella todo el día, en la poesía. Entonces tenía que organizarme para tener tiempo de escribir, pero es fácil organizarte bien en torno a una cosa que deseas mucho.
-Siempre estamos a tiempo de aprender
Dicen que siempre estamos a tiempo de aprender, pero no es cierto. La época del aprendizaje puro y duro acaba muy pronto, hacia los veinte años. De joven eres una esponja, después cada vez absorbes menos cosas. [...] Se trata de sacar partido de las cosas que ya sabes.
-Las lecturas de infancia son las que nos marcan
Desde luego, porque de joven no sólo lees. Creas mitos, creas maneras de vivir, creas un concepto de pasado... Estás haciendo un montón de cosas, por eso puedes vivir de ellas más tarde. Las Veinte mil leguas de viaje submarino que leíste cuando tenías diez años no se acaban nunca. La inteligencia de la persona madura es saber ir rascando para ver qué hay detrás de aquellas lecturas.
-¿Se puede definir la poesía?
No, no se puede definir, no hay recetas. Una cosa es poesía si, cuando la lees, dices "este soy yo". Y lo que te dice te sorprende. [...] Una buena poesía necesita un buen lector. La poesía la puede leer todo el mundo, pero requiere más esfuerzo que la lectura de un diario. Aquí no se regala nada: si quieres sacarle más partido, has de hacer más esfuerzo.
-De esto ya me ocuparé cuando lo necesite
¿Cuál es la característica de todo aquello que te protege un poco de la intemperie moral? [habla del arte, la música, la poesía...] Tiene una característica muy cabrona: has de llegar preparado al momento en que necesitas aferrarte a ello, que no sabes cuándo será. Tú no puedes decir "se ha muerto mi hija, que me traigan a Brahms, que empezaré a estudiármelo". No: ya has de conocerlo y has de haberlo escuchado. Lo has de tener a punto por si acaso, y así cuando te haga falta sabrás qué es lo que te puede servir. Habrás de estar a punto para saber si te conviene recurrir a Maragall o a Thomas Hardy. La poesía es una de las seis o siete herramientas (o cinco u ocho, pero no son setenta y tres) que nos protegen de la intemperie moral.
-Qué angustia saber que nunca podré leerlo todo
No hace falta leerlo todo. Las cosas buenas que aprendes se van sedimentando, y te ayudan en la siguiente etapa vital. Puedes leer aquello que te permita sacarle más rendimiento. Así se te endulzará la angustia. Lo importante no es leer mucho sino leer bien.
¿Para qué leer poesía, pues? Porque nos protege de la intemperie moral, porque es una herramienta para la vida. Como dice Margarit en un poema de su libro Casa de Misericordia:
La verdadera caridad da miedo.
Igual que la poesía: un buen poema,
por más bello que sea, será cruel.
No hay nada más. La poesía es hoy
la última casa de misericordia.
Aquí dejo también una entrevista con Joan Margarit en TVE. Siempre vale la pena escucharle. Y, sobre todo, leerle.