Pues alimenta mi ego; ya tengo más de 100 seguidores (10% familia, 80% amigos y compañeros directos o indirectos del trabajo, 5% conocidos del gremio y el resto internautas). Se que alguna seguidora inducida, hace verdaderos esfuerzos por leer estos ladrillos que generalmente no entiende, también cuenta como clic.
Es muy emocionante, ver como has tenido una visita de Japón, aunque luego descubras que fué Diego que estaba de vacaciones. También tengo que saber quien es el conocido que viaja con tanta frecuencia a Méjico.
Tiene mucho encanto y algo de magia, descubrir que has sido visitado desde Perú, Méjico o Argentina. Si ya se que ha sido una única visita, pero desde países lejanos; sencillamente ego.
Sirve para compartir ideas y experiencias. A priori, desconoces el impacto y el interés en el receptor. Salvo escasas excepciones, el lector, es por lo general perezoso a la hora de comentar las entradas; manifestar discrepancias, opiniones o puntos discordantes o concordantes. Hacen lo que yo, escaneas la información (lees en diagonal la pantalla) y salvo que algo llame especialmente la atención, pasas a la siguiente pantalla y dejas para más tarde una lectura en profundidad que casi nunca llega.
Ingenuamente pensaba que con un poco de suerte y efecto viral podría tener los suficientes seguidores para ser usado por el marketing 2.0 y obtener beneficios económicos adicionales. En dos años no lo he conseguido, 100 seguidores no motivan a los publicistas dos punto cero.
Mejora la reputación 2.0. Tras leer el informe de inteco de reputación on line (en internet estamos o estaremos todos, o te pones o te ponen) no quería yo que fueran mis enemigos los que posicionar mis vergüenzas en la red y en una maniobra de anticipación me decidí a expresar de forma directa y en primera persona mis pensamientos, principalmente tecnológicos.
Esas son las cosas que yo pensaba, hasta que hace poco, de un modo casual descubrí la verdadera esencia del blog, que es la misma esencia que la vida; lo importante de un blog es que sirva para emocionar, también para despertar la propia emoción cuando escribes. Esa emoción que dirige las yemas de tus dedos sobre la suavidad rígida de un teclado qwerty o la que en forma de inspiración, el mayor genio malagueño del arte moderno esperaba trabajando.
Ya lo dice el tango, que veinte años no es nada (vida y memoria para mantener la esencia de los ausentes) y dos años, un suspiro, para que unas cuantas ideas inquietas escapen por un resquicio de universo infinito de internet.