Reinaldo Iturriza López.
Después de años de conducta aprendida y de política practicada de acuerdo a la lógica de las dos minorías, puede parecernos de lo más natural que, luego del discurso del comandante Chávez el pasado lunes en la Plaza Diego Ibarra, caigamos en la irresistible tentación de detenernos días, semanas y hasta meses enteros identificando las fuentes y las partes del chayotismo-majunchismo, y “alumbrando” al pueblo al respecto.
Como se ha hecho costumbre decir, y la sentencia cada día adquiere un tinte más triste y demagógico: “porque al pueblo no lo pueden seguir engañando”.
Mejor sería que nos bajáramos de esa nube, que nos dejáramos de esos cuentos sobre el “pueblo engañado”, y nos sumáramos a la inmensa tarea colectiva de darle forma definitiva a la propuesta de gobierno que ha hecho Chávez para el próximo período.
Para lograrlo hay que creérselo. Más que creer, puesto que no hablamos de un acto de fe, hay que apostar porque sea, efectivamente, una tarea colectiva, precisamente porque se trata de una iniciativa que no podemos dejar a su suerte.
Lo anterior quiere decir que, lejos de convertir la propuesta en un nuevo catecismo que habrá de aprenderse de memoria, para seguir diciendo más de lo mismo pero con nuevas palabras, tendríamos que someterla al “más amplio y desprejuiciado debate, para que se le agregue, suprima y corrija, para que se le complemente y enriquezca”, como reza uno de los últimos párrafos deldocumento distribuido el mismo lunes, mientras el comandante exponía lo que definió como los “objetivos históricos”.
Así, parte del tiempo que actualmente dedicamos a hacerle seguimiento a la candidatura antichavista, tendría que ser aprovechado para debatir públicamente sobre la otra sociedad que queremos construir.
Respecto de esto último, no está de más recordar que construir la otra sociedad ciertamente pasa por imaginársela, pero este acto de imaginación debe hacerse tomando en cuenta variables de espacio y tiempo. Caso contrario, es un ejercicio intelectual inútil.
Por último, para que este debate sea eficaz, y no su simulacro, que no se quede nadie sin hablar. Así, por ejemplo, si el comandante Chávez está proponiendo “una profunda y definitiva revolución en el sistema de administración de justicia, para que cese la impunidad”, para “lograr la igualdad en el acceso” y erradicar su “carácter clasista y racista”, que tomen la palabra quienes padecen el sistema. Son ellos, y nadie más, quienes nos dirán (y así en cada caso) cómo traducir en hechos (en políticas concretas) lo que no podemos permitir que quede en letra muerta.