A veces tendemos a guiarnos por el camino marcado y no nos salimos de ahí por miedo a sentirnos inseguros. Por miedo al miedo. Pero como dice mi madre, a veces “la linde se acaba y el tonto queda” y no siempre lo que marcan los mapas es la dirección en la que, necesariamente, debemos caminar. Y vale, es cierto, quizá los problemas de la vida diaria, o la puñetera realidad que nos empuja a trabajar, a pagar el alquiler o a hacer aquello que se espera de nosotros, no nos deje mucha alternativa, pero siempre tenemos la oportunidad, en mayor o menor escala, de salirnos del camino.
O mucho mejor, de inventar nuestro propio mapa.
Este fin de semana me gustaría que os dejarais llevar un poco por lo que os dicta esa vocecilla a la que no siempre tenemos permitido hacer caso, y no me refiero a grandes locuras o a acontecimientos escandalosos, sino a pequeños cambios, sonrisas a tiempo, cantar en la ducha o delante del espejo, sacar el niño que llevamos dentro y hacer, aunque sea por un rato, sólo lo que realmente nos apetezca, para que cuando el fin de semana acabe no nos sintamos encerrados, y de nuevo, al comienzo de la semana, regresemos a la linde con las fuerzas suficientes como para poder soportar lo que duele tener que encerrar otra vez a esa vocecilla hasta el viernes siguiente.
Feliz agosto y hasta el lunes, almas cándidas :)