¿Para quien trabajan los ministros Wert y Montoro, para Merkel, para el PSOE o para el diablo?

Publicado el 12 mayo 2013 por Franky
El ministro Montoro admite ahora que los catalanes se endeuden hasta un 2 por ciento, mientras las demás comunidades tendrán que ajustarse al 1.2. Es la última injusticia canalla de un gobierno que se desgasta y se desangra víctima de sus mentiras, torpezas y arrogancias antidemocráticas. Wert y Montoro son sus dos piezas mas desgastadas, pero el rechazo afecta a todos y es terrible. --- Los ministros Wert y Montoro generan tanto rechazo y rabia entre los ciudadanos que son como una plaga para el Partido Popular y para el propio Rajoy, a quien hunden cada día mas y para el que preparan una derrota electoral memorable en las próximas elecciones. Ambos, junto con el ministro de Justicia Gallardón, representan el mas feo estilo y el peor rostro del gobierno de Mariano Rajoy, la de tipos arrogantes que no escuchan la opinión de los ciudadanos e imponen sus ideas en contra de la voluntad popular, demostrando en la practica al ciudadano que es un triste cero a la izquierda en la degradada y miserable "democracia" española.

El Consejo de Ministros del 10 de mayo, ante la imponente avalancha de protestas de docentes, padres de familia y estudiantes, no aprobó, como estaba previsto, la ley de educación del ministro Wert, cuyo "cabreo" monumental era captado por las cámaras de televisión.

La arrogancia de Wert sólo puede ser superada por la de sus colegas Montoro y Gallardón, a los que muchos creen ver en el rostro el placer que les produce imponer sus propuestas y tesis a pesar de que tienen en contra la inmensa mayoría de la población española y casi la totalidad de la opinión pública. Montoro, un ministro que cuando aparece en público genera tanta tensión y rechazo que el ambiente se pone denso y la atmósfera puede cortarse como la mantequilla, está adquiriendo la terrible fama de que "disfruta" subiendo los impuestos a los españoles, que ya son proporcionalmente, los mas altos e injustos de toda Europa, mientras Gallardón ha sacado adelante reformas en el sistema judicial que tenían en contra a jueces, magistrados, fiscales, secretarios judiciales, abogados, procuradores y al resto de los trabajadores vinculados al sistema de Justicia, sin que esa oposición masiva sirviera de nada a un ministro que, como otros del gobierno de Rajoy, entienden que pueden gobernar en democracia como si tuvieran en el bolsillo un cheque en blanco o una licencia para matar.

El gobierno de Mariano Rajoy, con sus silencios, arrogancia y mentiras, está perdiendo apoyos y adhesiones a un ritmo alarmante, de record. Rajoy, en apenas un año y medio, ha sufrido casi el mismo deterioro que sufrió el inútil y denostado Zapatero en siete años de mandato. El incumplimiento de sus promesas electorales es ya una especie de slogan de rechazo al liderazgo de Rajoy conocido por todos los españoles, una política de falsedades que coloca a su gobierno la dura etiqueta de "ilícito" por haber ganado unas elecciones con promesas falsas y mentiras. Últimamente circula por España un chiste que dice que lo único que le falta a Rajoy para incumplir todas y cada una de sus promesas electorales es "casarse con un hombre". Otro de los chistes consiste en asegurar que esos generadores de repulsa y rechazo ciudadano deben trabajar en realidad para Ángela Merkel, para los socialistas, que después de Zapatero estaban derrotado y gracias a la estupidez del gobierno Rajoy están resucitando, o para el mismísimo diablo.

La sensación de arrogancia y de autoritarismo insensato que proyecta el gobierno es brutal y estúpida porque es innecesaria y sólo le genera rechazo y deseos de venganza en la ciudadanía. La reacción del ministro del interior y otros miembros de su gobierno, entre ellos la vicepresidente Soraya Sáenz de Santamaría ante las protestas ciudadanas delante de sus domicilios (escraches) ha sido un modelo de estupidez política y de arrogancia innecesaria. Han llorado, apelado a la defensa de su seguridad personal y de sus familias y han lanzado a la policía y a los jueces contra unos manifestantes que, según han dicho los propios jueces, solo ejercían su derecho a manifestarse y a expresarse sin violencia y sin grave coacción. Su deber era soportar la presión porque se les paga demasiado bien, con dinero y privilegios, para que no sean lloricas blandos y acobardados. Lo que sí deberían es sentir respeto y miedo ante un pueblo que acumula rechazo y odio, cuya reacción indignada y de rabia es lógica porque está siendo aplastado y humillado a diario.