Hace un tiempo vivimos en el parque que solemos frecuentar, una situación un tanto incómoda: unos padres llevaron a su hija de la edad de Lucy a jugar, estuvieron media hora escasa y a la hora de irse, cogieron a su hija en volandas sin mediar palabra, la metieron en el carro y se marcharon ipso facto. Ella lloraba y pataleaba claro, tenía un berrinche muy fuerte totalmente comprensible y cuando desaparecieron de nuestra vista, la niña seguía llorando.
Lucy miraba a la niña y me miraba a mi. Yo no sabía muy bien qué decir.
Lejos de juzgar, intenté ponerme en la situación de esos padres y de la niña y llegué a la conclusión de que seguramente esos padres no tendrían más tiempo de estar en el parque ya que a lo mejor tenían cosas que hacer. Ni de intentar razonar y/o convencer a su hija de que había que marcharse porque eso no se consigue de manera rápida generalmente. La niña pensaría que no había jugado suficiente, que no había sido avisada de la inminente marcha y no le había dado tiempo a hacerse a la idea de que la hora del parque terminaba.
TIEMPO.
Pensé que les había faltado tiempo.
Y esta situación la hemos vivido como testigos varias veces con varios padres e hijos diferentes en el mismo parque.
Tengo la suerte de pasar 24 horas al día con mi hija y de tener tiempo de ir con ella al parque, de jugar con la arena, de tirarnos por el tobogán mientras nos reímos y de decirle 5 veces que dentro de 5 minutos nos vamos. Puedo esperar a que entienda que el sol se ha ocultado o que sus amiguitos y amiguitas se han ido ya a su casa a comer. Puedo esperar a que ella quiera irse.
Pienso que ese tiempo que la niña de la historia estuvo jugando todo estaba bien, pero después todo se desbarató. Esos padres no tuvieron tiempo de hacer todo lo que hago yo para ir preparando a Lucy para irnos del parque, o eso pienso.
Si pensamos que, por ejemplo, esos padres han estado con su hija una hora porque según han llegado a casa, con la prisa que iban, tendrían que hacer muchas cosas, ¿esa hora ha sido tiempo de calidad?
Para mi el tiempo de calidad es ir al parque con mi hija, disfrutar de ese momento y volver del mismo buen humor que nos hemos ido.
Y que ese estado siga en casa mientras hacemos otras cosas.
Y diariamente, esas otras actividades que hacemos, me esfuerzo en que no terminen en tragedia. Pero yo tengo tiempo, y puedo intentarlo al menos.
Tengo la teoría y además la convicción, de que la mayoría de veces que hay gritos, problemas o malos modos en general en casa y alrededor de la crianza, es porque nos falta tiempo a los padres. Porque en esta sociedad de horarios incompatibles, trabajo de sol a sol y conciliación nula, a veces no podemos esperar a que nuestros hijos entiendan que no hay tiempo.
Por eso reivindico que no nos vendan el tiempo de calidad como algo que sustituye al tiempo con nuestros hijos e hijas. La conciliación laboral y familiar no consiste en tener 3 horas al día para atender a nuestros hijos mientras hacemos la cena, tendemos, limpiamos.... Generalmente eso no es tiempo de calidad, es tiempo que pasa entre carreras, cansancio y un no dar a basto. Y la culpa, no es de los padres y madres que tienen que trabajar, es que una vez más los cuidados y la crianza no tienen la consideración que merecen.
Pasar tiempo con nuestros retoños es importante para ellos y para nosotros: creamos un vínculo afectivo seguro, niños con autoestima, autónomos... Niños emocionalmente sanos que el día de mañana serán adultos emocionalmente sanos.
Necesitamos y queremos tiempo para jugar a la hora del baño, para hacer pompas, para soplar espuma y para negociar cuándo las yemas de sus dedos están demasiado arrugadas o para demostrar que el agua se queda fría y hay que salir de la bañera. Incluso tiempo para meternos en la bañera con nuestro bebé.
Necesitamos y queremos tiempo para perseguirle por la casa cuando no se quiere vestir o cambiarse el pañal. Para convencerle con juegos y canciones hasta que nos permite hacerlo.
Necesitamos y queremos tiempo para sentarnos en el sofá tranquilamente a dar pecho a nuestros bebés, para hacerles cosquillas, jugar o darnos besos.
Necesitamos y queremos tiempo para bailar con nuestro bebé en nuestros brazos, para cantar con un rodillo de plastilina en la mano, para aprendernos pasos de baile y canciones.
Necesitamos y queremos tiempo para intentar que no mezcle los colores de las acuarelas, para dibujar un perrito o moldear un cupcake, y luego limpiar todo el desastre.
Necesitamos y queremos tiempo para que se suba en la torre de aprendizaje y se prepare el desayuno a su ritmo, para que haga cosas nuevas hasta que las perfeccione sin pedir que terminen porque tenemos prisa.
Necesitamos y queremos tiempo para esperar a que intente cambiarse el pijama y preguntar si quieren ayuda. Para leerle un cuento tres veces antes de apagar las luces.
Necesitamos y queremos tiempo para razonar que antes de sacar otros juguetes hay que recoger los que están tirados en el suelo, porque no hay sitio para poner los nuevos.
Necesitamos tiempo para disfrutar los unos de los otros.
Cuando no tienes tiempo, en cantidad, no tienes ni la misma paciencia, ni la misma calma que si tienes tiempo. Y con poco tiempo al día es muy difícil satisfacer todas las peticiones y necesidades afectivas de los niños, porque para ellos, media hora de juego nunca es suficiente.
Necesito y quiero tiempo de calidad, tiempo que paso tranquila y disfrutando de mi hija. Tiempo que dedico a enseñarle cosas, a observar cómo crece, a conocer sus necesidades e incluso adelantarme a ellas. Sin carreras, sin estres, sin pensar en todo lo que tengo que preparar para el día siguiente en un tiempo récord.
Eso para mi es tiempo de calidad.
Tengo tiempo para intentarlo, para no sacar a mi hija de la bañera porque ya es hora, para no meter en el carro a mi hija mientras llora porque no quiere irse del parque... TIEMPO. Tiempo que deberíamos tener todos los padres y madres para disfrutar de nuestra familia.