Para una naturaleza absolutamente ilimitada no hay límites intrínsecos. Tampoco los hay extrínsecos, salvo el principio de no contradicción. Algo que carece de límites y no persigue ningún fin no tiene razón alguna para limitarse. Por tanto, una naturaleza absoluta que se autolimita es una mera ficción.
Si algo es infinita y absolutamente extenso, lo es en todas direcciones o dimensiones, por lo que no tiene forma. Ahora bien, nuestro universo no es de este modo, pues puede ser plano, abierto o cerrado, lo que conlleva la forma. Esto hace que su infinitud no sea absoluta y no pueda hablarse de una naturaleza absolutamente ilimitada.
Spinoza defiende que la sustancia es absolutamente ilimitada:
- No puede limitarse a sí misma, porque tal conllevaría cambiar su naturaleza de ilimitada a limitada, y nada puede empequeñecerse por su propia acción, así como nada puede ser más grande y más pequeño que uno mismo al mismo tiempo.
- No puede ser limitada por otra, al ser única.
- No puede ser limitada por la nada, ya que ésta -siguiendo a Campanella- es causa deficiente de lo que existe contingentemente, no de lo que existe necesariamente y carece de toda causa.
De todo esto debemos inferir que la sustancia de Spinoza no puede identificarse con nuestro universo, pues en él se aprecian límites, tanto en sus partes como en su totalidad.