Parábola de lo malo conocido

Publicado el 16 marzo 2012 por Miguelmerino

Érase una vez, en un tiempo muy remoto y en un  país muy lejano, que existía un castillo. En ese castillo, había un rey y toda una corte de súbditos.

El rey era caprichoso y déspota y manejaba a sus súbditos según su cambiante capricho. Como era el rey, tenía muy claro que no debía consideración a nadie y que todos estaban a su real servicio a cualquier hora del día o de la noche.

De ley es decir que las puertas del castillo estaban abiertas las veinticuatro horas del día y que cualquiera de los súbditos podía tomar las de Villadiego sin dar ningún tipo de explicación.

- Entonces, no le durarían mucho los súbditos en el castillo y tendría que estar siempre a la búsqueda de nuevo súbditos. – Pensará el lector avispado, que son todos y cada uno de los que este cuento leen.

Pero eso no era del todo así. Lo cierto es que el castillo, a pesar de todo, era confortable, y aunque ni guarecía del frío del invierno, ni refrescaba el calor del estío, si que, aunque de manera escasa, se reponía periódicamente las despensas y aun sobraban algunos maravedíes, pocos, cierto es, para poder disfrutar las pocas horas de asueto que el rey permitía.

- Esas malas condiciones de vida se pueden conseguir fácilmente en cualquier otro castillo de los alrededores. – Pensará de nuevo el perspicaz lector, que siguen siendo todos y cada uno de los que este cuento leen.

Pues pudiera ser. Pero resulta que el hombre, como animal domesticado, que no doméstico, ha ido perdiendo las capacidades para buscar el sustento día a día en la salvaje naturaleza, y se ha acostumbrado a que le pongan el plato en la mesa. Y aunque sueña con el sabor y el aroma de la presa cogida con esfuerzo y astucia en la selva de “lobuenoporconocer”,  lo cierto es que mastica con fruición digna de mejor causa, la sopa, boba o no, que mal guisada y peor sazonada, tiene segura en el castillo de “lomaloconocido”.

Y colorín colorado, este cuento es el cuento de nunca acabar.