23 de Agosto del 2013 | etiquetas: Estrenos de la semana en cines y filmin
TwittearEl Amor nos lleva a la Fé. La segunda entrega de la trilogía "Paraíso" de Ulrich Seidl llega a filmin con dos nuevas horas de incendiaria beatificación. Está claro, Ulrich Seidl no es un santo.
¿De qué va?
Por un lado, una técnica de rayos X en los albores de los 60, cuyas vacaciones dedica a flagelarse y a recorrerse toda Viena portando una figura de la Virgen María de 40 centímetros de alto con el objetivo de lograr que le rindan tributo y se unan al cristianismo.
Por el otro, su repentino marido, un musulmán egipcio postrado en una silla de ruedas, que de golpe porrazo se planta en el sofá de su casa tras vivir en Egipcio durante mucho tiempo.
Lo que viene después, tratándose del director de "Dog Days", podéis imaginarlo, o por vuestro propio bien, mejor no hacerlo, a Ulrich Seidl hay que verlo.
¿Quién sale?
La particular musa de Seidl, Maria Hofstätter, con sendos papelones en "Dog Days" e "Import / Export" a sus espladas, es ahora la hermana de Teresa, protagonista de la primera entrega de la trilogía, quien esperaba encontrar el paraíso con un amor más terrenal en Kenia. De una 'soñadora' del corazón negro a una fanática religiosa casada con un musulmán egipcio discapacitado a quien da vida Nabil Saleh.
¿Qué es?
La incendiaria beatificación de Ulrich Seidl
¿Qué ofrece?
La definitiva confirmación (por si alguien aún no la tenía ya) de que Ulrich Seidl no es un santo. Dale un crucifijo y puede que acabe teniendo sexo, casa a un musulmán discapacitado con una fanática católica y probablemente acaben a tortas. La incendiaria mirada de Ulrich Seidl apunta esta vez a la religión, y como era de esperar, blasfema. Atenta contra el fanatismo católico y la supuesta necesidad de mantener la fe religiosa con sus habituales armas, activando nuevamente su particular método sin miramiento alguno, golpeádonos una y otra vez con absoluta frontalidad mediante sus asfixiantes planos secuencia y su contundente cámara estática, permitiéndonos, incluso, pegarnos más de una risa a lo largo de un extenuante itinerario cuyo destino, como el del resto de su filmografía, es atentar, como buen austríaco que es, contra nuestra supuesta sociedad del bienestar en la que la opulencia siempre acaba destapando lo triste y lo siniestro. Y como no podía ser de otra forma, lo hace en su versión más extrema, austera y bizarra, pero también, con ráfagas de sorprendente ternura.
Y así, entre interminables flagelaciones, imágenes devotas constantemente rasgadas, o rosarios apuntando a bizarras orgías sexuales, llegamos a destino como todo fan de Seidl podría esperar. Perdiendo la fe pero creyendo, aún más si cabe, en la mirada de este incisivo cineasta que pone la guinda a su imprescindible trilogía con la "Esperanza" que supone su última entrega. Ya se sabe, tampoco hay dos sin tres. Y menudas tres.