Parapetos con poemas

Publicado el 27 mayo 2010 por Laurytyta

Los muros que forman estos ladrillos ya desgastados, encierran lamentos de un triste pasado que sigue angustiando al presente.
Entre edificios industriales, desprendiendo un silencio amargo, se encuentra la antigua cárcel de Yeserías, prisión de posguerra.

Dentro de esos muros estuvieron Buero Vallejo y Miguel Hernández.
Se conocieron en un hospital de campaña de Benicasim, pero fue un año después, en otra cárcel madrileña donde nació su estrecha amistad. Juntos compartirían el miedo a la muerte que les acechaba en la galería de los condenados, pero también momentos de poesía y risas.
El poeta trágico, como lo definió el dramaturgo, canturreaba y contaba chistes para animar a sus compañeros.
También en aquella cárcel, Buero, magnífico dibujante, le haría el famoso retrato a carboncillo. Se lo pidió Miguel, para enviárselo a su pequeño hijo para que no le olvidase.
A ambos se les conmutó la pena de muerte por otra de treinta años y fueron trasladados a otras cárceles.
Pero fue en ésta, en la de Yeserías, donde tuvo lugar su último encuentro. Buero se enteró de que Miguel estaba de paso en la sección de transeúntes. Apenas tuvieron quince minutos para intercambiar unas palabras que serían las últimas...
Así lo cuenta Buero Vallejo en su artículo "Un poema y un recuerdo" dedicado a su gran amigo, donde nos muestra un hombre que sabía muy bien lo que era el dolor pero que luchaba por alcanzar la alegría.

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme. no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa ?
¿Quién amuralla una voz?
....

Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor.

(Poema Antes del Odio, Miguel Hernández)