PARÁSITOS: Parasitismo o simbiosis. Originalidad y espejo social.

Por Franyepes
Parásitos es una película desbordante y original. Ganadora de la última Palma de Oro, en
pugna con esa obra maestra que es Dolor y Gloria. Ambas películas triunfaron en Cannes y si no hay sorpresas una de ellas ganará el Óscar de la Academia a la mejor película extranjera.

Es un peliculón. Por la magistral combinación de lecturas. Tan diferente e inesperada, tan repleta de humor y de olor que no me extraña el tremendo éxito de Parásitos y ver que no resulta flor de un día, ya que las recomendaciones de los espectadores se multiplican por las redes sociales y el boca a  oreja. La claustrofóbica miseria  de una familia surcoreana se ve paliada por el acceso a la red Wifi de los vecinos de arriba: compartir esa conexión precaria, localizar la cobertura en su sótano alivia su existencia (San Wifi, dice el padre) y les contenta lo suficiente para sobrevivir. Curiosa forma de mostrarnos la dependencia que sufrimos de ese moderno cordón umbilical que es nuestro móvil, repleto de aplicaciones salvadoras para cualquier situación.

Al igual que si recurriese al aforismo estoico  de hacer de la necesidad virtud, otorga un ingenio magnífico a los miembros de esta familia para emerger del estrato más bajo que surge de la sociedad más desigualitaria del capitalismo extremo o turbocapitalismo. También recurre a las oportunidades que el azar brinda para salir de ese sótano maloliente de la pobreza. Sin olvidar, que la ingenuidad de los que son riquísimos no debe ser desaprovechada. También me sorprendió la cuidada banda sonora, donde me pareció un clásico italiano de los 60. Creo que es esta canción de Gianni Morandi: De rodillas ante tí.

El director Bong Joon-Ho nos muestra la ferocidad del mundo capitalista, incluso hay que recurrir a la zancadilla para lograr que otro pierda su empleo, si eso te beneficia. Y nos recuerda en alguna escena a la Viridiana de Buñuel, cuando los ricos se ausentan de su mansión hay que aprovechar todos sus manjares y comodidades. El director presenta la convivencia en una sociedad que te parece distópica pero es un reflejo contemporáneo, es un espejo de la encarnizada lucha por encajar en un nivel social soñado. No importa el método para conseguir acaparar, mediante una relación parasitaria, todos aquellos caprichos que promete el dinero.  En una entrevista reciente, el director coreano declaraba que "cuanto más extremo es el capitalismo, más extrema es la desigualdad".
La película, con sosiego, va presentando la pícara familia que lo ha perdido todo y que tiene que recurrir al engaño para que otra familia de clase muy alta los acepte como empleados. La sofisticación del poder adquisitivo, sus privilegios, sus remilgos y su ineptitud para realizar las labores domésticas los convierte en los verdaderos parásitos de los más humildes. La comedia sucede con agilidad y el espectador agradece y justifica cualquier estratagema encaminada al equilibrio social. Las risas del público son palpables, pero, los planes se truncan y como decía Woody Allen: "Si quieres contar un chiste a Dios, dile tus planes".  Los misterios ocultos aparecen y el desenlace inesperado y brutal transforma la sátira social de la película en la búsqueda de un código morse que nos permita seguir soñando, que nos pemita corregir la desproporcionada riqueza del 1%  frente a la pobreza del otro 99%, Y que una carta, termine siendo sólo una lista de deseos. Una carta de buenos deseos, ya que estamos en vísperas navideñas. Y que sean propicias para todos.