Ante tantas amenazas, los indefensos pulgones pagan con azúcar la protección de todo un ejército de belicosas hormigas. Pero además, sin pretenderlo, los pulgones seguramente están siendo el intermediario que utiliza la planta para ganarse la protección de esas hormigas. Porque a menudo, en la naturaleza, las plantas con pulgones no muestran señales de estar perjudicadas, sino todo lo contrario, un vigor inusual. La explicación a esta aparente paradoja es que las hormigas, al patrullar incesantemente los tallos, hojas y flores en busca de sus pulgones, eliminan a su paso las orugas y otros insectos comedores de hojas, los cuales podrían dañar la planta mucho más que los pulgones. Y aunque los pulgones a veces contagian enfermedades de unas plantas a otras (por ejemplo, virus vegetales), el caso es que mediante su conexión con las hormigas parecen beneficiar más que perjudicar, sobre todo en las leñosas. Lo mismo cabe decir de algunas jóvenes cigarrillas, equivalentes a los pulgones en su relación con las plantas y las hormigas. Este ejemplo de interacción ecológica indirecta entre plantas y hormigas muestra que para entender la naturaleza no podemos centrarnos simplemente en las interacciones directas entre especies: hay que tener miras más amplias. También sugiere que, en ocasiones, un parásito puede funcionar como un órgano más de su hospedador, atrayendo, por ejemplo, los servicios de un protector.
Gracias a Bibiano Fernández por la ayuda para identificar este Astragalus.