El dibujo representa uno de los pequeños pajarillos del matorral mediterráneo australiano, el llamado mallee emu-wren, o "chochín-emú del mallee" (Stipiturus mallee; pariente de los espectaculares fairy-wren o "chochines-hada"). Un ave diminuta, insectívora, que trajina sin cesar entre las ramas bajas, de pecho vistoso y larguísima y peculiar cola, con 6 plumas desflecadas similares a las del emú, de lo cual viene su nombre. Ahora volvamos a nuestro ecosistema y contemplemos una curruca rabilarga (Sylvia undata). Su tamaño es minúsculo, su pecho no es azul pero sí rojizo, vinoso, llamativo a fin de cuentas comparado con el resto de su librea, y su cola desproporcionadamente larga incluso parece desequilibrarla en sus vuelos de rama en rama en busca de insectos. ¿Cómo explicar todas estas semejanzas? No cabe proponer que se deban al parentesco: nuestra curruca pertenece a la familia Sílvidos, mientras que el emu-wren es un Malúrido, una familia austral muy distinta y desconocida en nuestro hemisferio terrestre. La única respuesta al parecido es la evolución convergente: la selección natural modela a las especies como arcilla hasta esculpir seres similares para ecosistemas similares. En los matorrales mediterráneos se diría que hay un puesto disponible para un pájaro que sea insectívoro, que se mueva por el ramaje, minúsculo, de cola larga y pecho vistoso. Y ya sea en los montes ibéricos o en las antípodas, la evolución parece ser más predecible de lo que podríamos imaginar.
Más sobre las aves mediterráneas australianas en Birds of Australia (Simpson & Day, 2007).