Mujer, y negra, y escritora. Y, por si fuera poco, de ciencia ficción. Octavia E. Butler (California, 1947 – Washington, 2006) rompió muchas barreras, y las rompió tan bien que ganó dos de los premios más prestigiosos del género, el Hugo y el Nébula. El año pasado, Capitán Swing tuvo el acierto de recuperar una de sus primeras novelas, Parentesco (1979), que permanecía inédita en castellano. Como suele ser habitual en los autores afroamericanos, la obra plantea una reflexión en torno al racismo, la esclavitud y las infamias en general que esta parte de la población ha sufrido (y sufre) en Estados Unidos. Para ello, Butler se sirve de los viajes en el tiempo, que, además de dar forma a una historia «entretenida», con una trama dinámica y personajes funcionales, le permiten contraponer la situación de los negros en dos épocas: los años setenta, por un lado, y la primera mitad del siglo XIX, antes de la Guerra de Secesión, por otro. Para los lectores poco aficionados al género, como yo, puede costar «aceptar» esos viajes; aun así, en aras del desarrollo de una novela con una rica dimensión social, merece la pena no discutirlos y dejarse llevar sin más por el torrente de la lectura.Dana, una joven novelista, vive en California con su novio, Kevin, también escritor. Ella es negra y él, blanco; una unión incómoda para mucha gente, incluidas las familias de ambos. El hecho de que ambos se criaran en entornos humildes y hayan tenido que trabajar duro para dedicarse a su pasión no parece cambiar nada para los demás; la diferencia del color de piel se impone. Con todo, siguen adelante con su relación, conforman una pareja bien avenida, emblema de una generación más libre y desprejuiciada que sus padres. Un día, Dana sufre un mareo que la transporta a una plantación del sur, hacia 1815. Allí salva la vida de un niño pelirrojo, Rufus. Dana vuelve al presente enseguida, pero los mareos se suceden y cada vez tarda más en regresar a su época. Kevin decide acompañarla en esos viajes. En la plantación, son testigos de las condiciones de subsistencia de los negros, condenados a ser esclavos o fugitivos, y Dana descubre que aquel muchacho pelirrojo, además de ser el hijo de un rico propietario, es un antepasado suyo: en su linaje se mezcló la sangre de blancos y negros.El quid de la novela está en la relación entre Dana y Rufus: de algún modo, ella tiene la «misión» de proteger su estirpe, de ahí que retroceda en el tiempo para salvarle la vida. Al principio, cuando Rufus es pequeño, no hay problema: una vez superada la extrañeza inicial, él acepta de buen grado la compañía de esa mujer vestida con pantalones que interviene cual ángel de la guarda en los momentos críticos. No obstante, a medida que se hace adulto, Rufus puede convertirse en un esclavista sin escrúpulos como su padre. Dana tratará de evitarlo. Pero hay más obstáculos: al instalarse en esa sociedad pretérita, Dana y Kevin se ven obligados a adoptar otra identidad. Él se mueve entre los propietarios, mientras que ella debe camuflarse entre los esclavos. No resulta fácil, porque la formación de Dana, su forma de expresarse, sus ideas, no son las propias de una negra analfabeta. Esto suscita el recelo de los blancos, que no tienen miramientos con ella. Dana corre peligro… y su relación con Kevin también. Cambian los roles, cambia el entendimiento de la pareja.
Octavia E. Butler
Parentesco se considera un referente de la ciencia ficción afroamericana. Si bien Octavia E. Butler no es la prosista más esmerada (escribe con sencillez y mucho diálogo; el estilo al servicio de la trama), denota inteligencia al elegir los temas y cuida la recreación histórica. Su retrato del sur de antaño resulta «instructivo»: desentraña los mecanismos de sostén de la esclavitud, la violencia, el desamparo, la pérdida de dignidad, los riesgos del ferrocarril subterráneo. Más allá del conflicto racial, pone de manifiesto cuestiones como los avances médicos y educativos, que influyen en la experiencia de Dana. En este sentido, la reconstrucción del pasado convence y da pie al debate. Con la estructura en dos tiempos, además, Butler muestra que, a pesar de haber logrado muchos derechos, en la segunda mitad del siglo XX aún existe discriminación en Estados Unidos. Progreso sí, pero hasta cierto punto; cada sociedad tiene sus propias luchas. Eso parece decirnos Parentesco.