Puede que sea simplemente un paréntesis, nunca un abandono. La cosa es que no es excusa: ni el viento ni la lluvia, ni tempestades o mareas hacen que una escritora frustrada deje de alimentar su sueño, y más en estos días en los que, al menos, esa es una de las cosas que aún puede permitirse una.
Ya estamos a mayo, el mes de los misales interminables, de los “¡qué calor, por favor!” y de “qué locura de tiempo, ¡el año pasado no hacía este tiempo!”; de la sangre alterada y de los primeros helados de temporada. Un mes bonito, en definitiva; precioso en su definición y sabroso en sus brisas de noche y en sus calores diurnos.
Yo, por mi parte, intento disfrutarlo a mi forma y seguir con la rutina que el dios de turno me ha dejado en suerte, intentando reírme demasiado y disfrutar del presente como nunca antes lo había hecho- aunque eso, amigos, no es moco de pavo… o de humano, que a fin de cuenta, da lo mismo.
Si sueno melancólica, soñadora o pesimista, perdónenme: es domingo y mi inspiración no me llega ni con un acelerador de musas. Como receta, os dejo este vídeo que resume las penas y las alegrías, niñez y música en unos minutos. Me alegró un poquito del viernes y puede ser un buen bálsamo para unos cuantos minutos del domingo.
Que os vaya bonito, que os sepa a mayo y que nunca, nunca os quitéis el sayo…