Más curiosidades en mis novelas: REGÁLAME PARÍS está llena de tentaciones golosas como esos finales felices que nos endulzan la vida. ¿Qué tal si los paladeamos aunque se con la imaginación?
"Allí pidió ayuda y le aconsejaron la mejor pastelería del barrio. Yolanda fue paseando hasta allí y compró unos pastelitos variados para llevar al almuerzo con los Laka..."
Éste es el Café Gambeta, en la plaza del mismo nombre, en el que me inspiré para el entrañable Café Arriau, lugar de encuentro que tantas veces aparece en la novela. El lugar ideal para tomar un café au lait avec croissants, como tantas veces comparten en esas mismas mesas de mármol las mujeres de la novela y donde Patrick inauguraba las mañanas de los sábados a su modo preferido: con un café y el crucigrama de Le Parisien.
"Yolanda tentada estuvo de parar en la terraza del Café Saint-Séverin. Llevaba años soñando con disfrutar de esas míticas tardes ociosas, tan parisinas..."
"Patrick tomó una cucharada y se la acercó a los labios, invitándola a probar.
—La crème brûlée es como el buen sexo —afirmó dedicándole una mirada intensa—. Cuando la pruebas, siempre quieres más..."
"Esbozó una sonrisa lenta y la miró sin disimulo, a la vez que
masticaba la barquita de fresa que ella había rehusado..."
"Sentados a la orilla del río, gozaron del placer indescriptible de saborear un cucurucho de Berthillon; ella de chocolate, él de nougat. Yolanda tuvo que darle la razón, jamás había probado nada más delicioso, y la irritó que racaneasen tanto con el placer, porque la bolita sobre el barquillo era poco más grande que una canica..."
Hasta aquí los dulces pecadillos que encontraréis en REGÁLAME PARÍS. Otro día haremos un repaso de las tentaciones saladas, que también las hay... ¡absolutamente apetitosas!