Llegué a París después de una semana dividida entre Barcelona y Londres. Esperaba con ansias ese vuelo que me llevara a la famosa “Ciudad del Amor”.
Arribé a Charles de Gaulle, un aeropuerto inmenso, donde milagrosamente no me perdí. De ahí me tomé el tren y el subte, y llegué al barrio de Montmartre, en donde me hospedé. Todos me decían que no era el mejor lugar para quedarme, pero yo quería sentirme por un rato en la película “Amelie”, caminar por ese barrio bohemio, perderme por las noches en esas callecitas, ver a los artistas pintar y retratar París según sus ojos. Como lo disfruté! Sentía que estaba en el lugar correcto.
El ingreso al Louvre
Como buena turista lo primero que hice fue visitar la Torre Eiffel. Más de media hora de cola para sacar mi ticket, todavía dormida y con bastante frio, subí y la vista con la que me encontré fue impagable (hizo que abriera mis ojos bien grandes). Se veía absolutamente todo, pero lo que más me llamó la atención fue el diagrama de la ciudad, era perfecto. Recuerdo quedarme en silencio, mirando a mí alrededor y guardando en mi memoria ese momento.
Muy cerquita de ahí esta el Palacio Nacional de los Inválidos, un complejo arquitectónico construido en el siglo XVII; allí se hospedaban los soldados que habían prestado servicios a la armada francesa durante más de 10 años. Al retirarse iban a vivir al Palacio Nacional, en donde realizaban diferentes actividades, como arreglar zapatos y uniformes. Allí mismo se encuentra la Iglesia Saint Louis Des Invalides, la misma que fue construida para servir al rey y a los soldados.
El ícono de la ciudad: la Torre Eiffel
Dentro del complejo también se encuentra la Iglesia del Domo, cuya arquitectura es sorprendente por dentro y por fuera, con una cúpula dorada de 100 metros de altura que se destaca en la ciudad. Allí mismo están los restos de Napoleón Bonaparte; su tumba, situada sobre un pedestal de granito verde, está rodeada de una corona de laureles y de inscripciones que recuerdan las grandes victorias del Imperio. Está dentro de una galería circular, la cual se puede ver desde arriba, y todos debemos hacer una especie de “reverencia” para apreciarla. ¡Sin dudas el arquitecto estuvo en todos los detalles!
La increíble vista de la Torre Eiffel
El “Louvre” es parada obligada en París, como no visitar este museo, si es uno de los más importantes del mundo! El mismo parece infinito y hay que visitarlo en varias oportunidades para poder recorrer todas sus salas. Se accede por una pirámide de cristal que fue inaugurada en 1989, dándole cierta modernidad al museo, y permitiendo descubrir las 35.000 obras que se exponen.
La colección del museo está organizada de forma temática en diferentes departamentos: antigüedades orientales, antigüedades egipcias, griegas, romanas y etruscas, historia del Louvre y el Louvre medieval, pintura, escultura, objetos de arte, artes gráficas y arte del Islam.
Muy cerquita del Louvre se encuentra la famosa Catedral de Notre Dame: inmediatamente nuestra imaginación se vuelca a la famosa película de Disney, y recordamos al Jorobado y a Esmeralda. Imponente y sublime, es un claro ejemplo de la arquitectura gótica, en donde su rosetón central y sus dos torres de más de 69 metros de altura se destacan. Fue remodelada en varias oportunidades y es única la vista que tiene desde el campanario. Eso sí, hay que tener un buen estado físico para poder visitar toda la catedral, ya que se suben 387 escalones (bastante empinados) para acceder a las torres. ¡A ponerse en forma!
Fachada de la Catedral de Notre Dame
Junto a la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, es el monumento más representativo de París. Posee 50 metros de altura y representa a las victorias del ejército francés bajo las órdenes de Napoleón. En la base del Arco se encuentra la tumba del Soldado Desconocido, un monumento con una llama siempre encendida que representa a todos los franceses que murieron durante la Primera Guerra Mundial.
Aunque la altura del Arco del Triunfo es inferior a la de la Torre Eiffel, se puede subir al mismo y tener una vista privilegiada de la ciudad. Desde allí se destaca la Avenida Champs Elysees, calle típica de París, donde se encuentran las mejores marcas de indumentaria y de automóviles.
Consejo: Sentarse allí a tomar un café y jugar a sentirse un parisino por un rato.
Cruzando uno de los puentes en París
Hay miles de cosas para hacer, es una ciudad única y mágica. Mi experiencia fue increíble y volvería mil veces más. Me sentía por momentos en la película “Amelie”, como ya les dije, y por otros instantes me sentía la Maga del libro “Rayuela”. Anímense a descubrir la ciudad del amor.
“PARIS IS ALWAYS A GOOD IDEA”