Título: París era una fiesta (A moveable feast)
Autor: Ernest Hemingway
Editorial: Seix Barral (marzo 2005)
Año de publicación:1964
Páginas: 192
14,50 euros
'Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue'.
Con este fragmento de una carta que Ernest Hemingway escribió a un amigo en 1950 se abre París era una fiesta. Después de ver la maravillosa Midnight in Paris de Woody Allen, París era una fiesta de Ernest Hemingway pasó a ocupar los primeros puestos de mis lecturas deseadas. Hemingway es un autor con el que nunca he hecho buenas migas, su estilo nunca ha acabado de convencerme, ni Por quién doblan las campanas, ni El viejo y el mar, ni Adiós a las armas, terminaron de convencerme. Con París era una fiesta he conocido a otro Hemingway, un Hemingway que me ha cautivado trasladándome a los cafés parisinos de los años 20, donde una multitud de artistas e intelectuales buscaban inspiración: el propio Hemingway, Scott Fitzerald y su esposa Zelda, Sylvia Beach, Ezra Pound, Ford Madox Ford, Gertrude Stein, entre otros, desfilan por estas páginas con una ciudad bohemia en la que todo es posible de fondo. Paseos junto al Sena, cenas de ostras y vino o cerveza muy fríos, cafés somnolientos en los que escribir unas líneas antes de unirse a un loco viaje a Lyon. Más que una novela, París era una fiesta es un conjunto de retales de una vida, recuerdos que el escritor fue juntando ya mayor cuando vivía en Cuba, los últimos recuerdos poco antes de morir, de los que sin duda fueron algunos de los días más felices de su vida. París era una fiesta es una experiencia sensorial que nos traslada completamente a aquel lugar y época.
Hemingway y Sylvia Beach en las puertas de la librería Shakespeare & Cº de París
El libro está lleno de conversaciones chispeantes, de frases realmente inmensas como la que le dice Gertrude Stein a un joven Hemingway: "Debería usted leer sólo lo verdaderamente bueno o lo francamente malo". O los planes que propone Hemingway a su primera esposa Hadley: "Volveremos y cenaremos aquí y tendremos una buena cena y para beber compraremos vino de Beaune de ese de la cooperativa de enfrente que marca el precio en el escaparate. Y luego leeremos un rato y nos iremos a la cama y haremos el amor". Frases que dan que pensar: 'Todo lo bueno y todo lo malo deja un vacío cuando se interrumpe. Pero si se trata de algo malo, el vacío va llenándose por si solo. Mientras que el vacío de algo bueno sólo puede llenarse descubriendo algo mejor'.
Francis Scott Fitzgerald y Zelda
Ernest Hemingway formó parte de la llamada Generación perdida, un grupo de escritores norteamericanos que vivieron en París y otros países europeos entre el final de la Primera Guerra Mundial hasta la Gran Depresión. Entre ellos se encuentran también Jon Dos Passos, Ezra Pound, Erskine Caldwell, William Faulkner, John Steinbeck y Francis Scott Fitzgerald. Si os apetece viajar en el tiempo al París bohemio de los años 20 no dudéis en leer esta breve novela y acompañad a un joven Hemingway que exprimía cada día lo mejor de la vida.