Creo que no hay mejor día para escribir sobre París que el de hoy, cuando hace justo un mes que me encontraba paseando por Montmartre, o haciendo fotos bajo la Torre Eiffel. Fue hace sólo un mes, y parece que fue hace años! (introducir aquí suspirito de nostalgia).Tras enamorarnos de Estocolmo, y pasar mucho frío en Helsinki, llegamos a París, y con los 15 grados de temperatura que había, nos pareció estar en el cielo! El hostal católico en el que nos alojamos estaba en pleno centro, al ladito del Grand palais, muy cerca de los Campos Elíseos. Nos trataron muy bien los curas, y salvo porque todos los que nos atendían llevaban alzacuellos, y en la biblioteca había biblias a mansalva, el ambiente religioso no era palpable, estuvimos muy cómodos, la verdad. Y respecto a la ciudad, París es maravillosa!
Era una de las grandes capitales europeas que me quedaba por conocer, y no me defraudó en absoluto, pese a las altas expectativas. La homogeneidad de sus casas en tonos blancos, la belleza de sus edificios emblemáticos, y la cantidad de monumentos, iglesias, plazas y cosas interesantes que ver, hacen de París una de las ciudades más bonitas que he visto. Empezamos por la típica Torre Eiffel, recorrimos el Campo de marte, y nos acercamos a Trocadero, desde donde se tienen unas vistas de la torre sensacionales. Con las colas que había, desistimos de subir, puesto que habría unas 300 personas, sin exagerar...
A pesar de que el Louvre sólo lo vimos por fuera, nos dio tiempo a culturizarnos de lo lindo, puesto que sí le dedicamos tiempo al Museo Rodin, que cuenta con grandes esculturas como El pensador y El beso; así como al Museo d'Orsay, una antigua estación de ferrocarril reconvertida en museo, con grandes obras impresionistas.
Por no hablar de Los inválidos, donde se encuentra la tumba de Napoleón, un gran lecho de mármol rojo, en una cripta bajo la cúpula dorada de la basílica. O la inolvidable Notre Dame, en la isla de la cité, el corazón de París, con esa apabullante catedral, mucho más hermosa al natural que en fotografías. A un paso, el barrio latino, y su mezcla de olores y sabores, donde cenamos como nunca.
Lo último que visitamos de París fue el cementerio de Père Lachaise, donde están enterrados algunas de las personalidades más importantes de la cultura internacional, como Molière, Chopin, Jim Morrison, Oscar Wilde o Édith Piaf. Posiblemente el cementerio con más encanto que he pisado jamás.
París ya lo dejábamos atrás, y para rematar el viaje, antes de llegar a territorio español, nos acercamos a Versailles, donde su palacio y sus extensos jardines, destacan sobre todo lo demás. Lo vimos deprisa y corriendo, porque andábamos con el tiempo justo para coger el avión, pero nos dio tiempo a ver la galería de los espejos, una enorme sala de espejos, con decenas de lámparas pendiendo del techo, frescos por doquier, y paredes doradas que, sin miedo a redundar, pusieron el broche de oro a un viaje memorable.