Por cierto, y hablando de este Cobijo, a punto he estado de cambiarle el nombre, de quitarle la palabra "desalmada" que tantas chanzas provoca y ha provocado. Iba a titularlo El cobijo de Isabel Martínez Barquero; pero en el último momento me he frenado, pues bien sé yo que es mi cobijo particular y se abrió para acoger mi desalmamiento de entonces o falta de tiempo para escribir, hoy cada día más inexistente por fortuna, que ando más almada y armada, aunque más desperrada (pero no me quejaré de las consecuencias de la conquista de tiempo, que sarna con gusto, no pica). No obstante lo dicho anteriormente, me he acostumbrado a este título que más tira para atrás que atrae y me veo incapaz de jubilarlo, pues le he cogido apego. Por otra parte, quien llega a las orillas de esta página a pesar de su nombre, lo intuyo libre de prejuicios, valiente, paradójico, no seguidor de las meras apariencias... No cualquiera se adentra en territorios de desalmados si es un ñoño o flojo de carácter.
París es sin duda una de las ciudades más hermosas del planeta. Goza de eso que los franceses llaman charme, así como de una larga tradición artística y literaria. Es una urbe inmensa, seguramente incómoda para vivir en ella si no se está forrado; pero resulta deliciosa para los visitantes ávidos de belleza.
Aparte, acabo de concluir un nuevo libro de relatos que está en el reposo preceptivo y he iniciado una nueva novela.
En conclusión: me falta tiempo, necesito días de cincuenta horas y cuerpo de héroe que resista sin apenas dormir.
Lógicamente, toda esta actividad me ha llevado a efectuar los oportunos reajustes de tiempo y, en los mismos, es el blog el que va a ceder una buena parte. No es necesario publicar aquí muy a menudo; basta con hacerlo de vez en cuando, de forma espaciada y siempre que apetezca. Existe ya un buen fondo de armario en este Cobijo y, además, están mis libros para quien los quiera leer, por lo que no me es prioritario un ritmo regular de entradas. Quien desee encontrarme, sabe dónde hacerlo: tanto cuando inicié esta página como ahora estoy en mis escritos. Por lo que se refiere a los amigos de este medio virtual, ya los considero de confianza absoluta, así que, como en la vida real, no es preciso visitarse continuamente: basta con saber que se está ahí, apoyando y aupando, presente cuando las circunstancias lo aconsejen.
Detalle escultórico en el puente de Alejandro III, París(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)
Sin más por hoy, abrazos de esta que fue desalmada y cada vez lo es menos.