Escribir a sabiendas de que lo que dices puede ser leído por cualquiera es casi como despelotarse en el ascensor y esperar a que alguien pulse el fatídico botón que acabe con tu vergüenza para siempre...como mínimo una sorpresa para los dos. Un diario se queda en casa y sirve para que, cuando tengas los 44, puedas asombrarte de hasta qué punto se puede ser idiota. Pero esto es otra cosa. Ahora quedo expuesta, desvergonzadamente desvestida, públicamente abierta...de par en par. No soy metódica, así que probablemente éste sea un blog interruptus. Si buscas a alguien que publique todos los días....yo no soy esa. Sólo prometo ser la que sí soy, en la medida en que mi subconsciente me lo permita. Como presentación yo estoy más que satisfecha. Me quedo esperando en el ascensor...por si alguien viniera...PAROLE, PAROLE, PAROLE. Es curioso el papel que juegan los eufemismos, casi tan importante como la ironía. Las palabras no escapan de las modas. Los medios de comunicación, la situación económica o la respuesta popular, sacan del trastero viejas palabras que ya nadie usa, las desempolvan, les ponen ropita nueva y las lanzan de nuevo al estrellato. Pues resulta que ahora ha estallado la desafección. Los medios de comunicación han diagnosticado que los ciudadanos españoles sienten desafección hacia su gobierno e instituciones. Como para partirse el culo, con perdón por la expresión. La primera reacción es la risa, la carcajada bruta, pero esta risa histriónica tiene que cederle el paso a la incredulidad y ésta al cabreo más descomunal. Y en eso estoy, unas veces me dejo llevar por el amor y otras por la guerra. Desafección. Resucitada de entre los muertos enciclopédicos, palabra re-nacida de la in-moralidad y, por tanto, mal-nacida. Desafección suena a enfermedad, a síntoma, a contagioso. -Doctor, padezco desafección, llevo un tiempo cabreada con nuestro sistema social, me dan náuseas los políticos y el sistema judicial, urticaria- Desafección significa mala voluntad,a secas, no hay más en el diccionario. Y si voluntades la facultad de gobernar nuestros propios actos, resulta que los españoles padecemos de nula capacidad para actuar libremente, de total ineptitud para el libre albedrío. Si ésta es la idea, creo que el término más apropiado debería ser desprecioo asco. Porque no estamos paralizados, ni muertos, ni mucho menos de parranda; estamos sencillamente hastiados de tanta inmundicia, ahora que hemos descubierto que los cimientos de nuestra sociedad están hechos de mierda, de “su” mierda. Aún así, yo me quedo con la idea de saber que la mierda que destapemos hoy será el estiércol de mañana. Todo esto viene a decir que estamos enfermos de sedentarismo ideológico, que el engaño al que hemos estado sometidos responde a nuestra propia incapacidad para descubrir ese mismo engaño. No es la pescadilla que se muerde la cola, sabemos qué fue antes -la gallina o el huevo- , no voy a consentir que por no haber descubierto la verdad se me considere en connivencia con la mentira. Hace tiempo que desterré la responsabilidad sobre sus obscenidades de mi conciencia, yo no consentí eso. ¿Desafección? Pues no señor, pero sí incomprensión, tristeza, rabia, dolor y mucho miedo. Así que, -por favor, doctor, póngame también algo que me cure la indignación, la furia febril y el enojo elevado, porque estoy muy cerca de no tener nada que perder y al final a todos nos va a salir más caro-. Y que conste que lo digo con toda la desafección del mundo.
Escribir a sabiendas de que lo que dices puede ser leído por cualquiera es casi como despelotarse en el ascensor y esperar a que alguien pulse el fatídico botón que acabe con tu vergüenza para siempre...como mínimo una sorpresa para los dos. Un diario se queda en casa y sirve para que, cuando tengas los 44, puedas asombrarte de hasta qué punto se puede ser idiota. Pero esto es otra cosa. Ahora quedo expuesta, desvergonzadamente desvestida, públicamente abierta...de par en par. No soy metódica, así que probablemente éste sea un blog interruptus. Si buscas a alguien que publique todos los días....yo no soy esa. Sólo prometo ser la que sí soy, en la medida en que mi subconsciente me lo permita. Como presentación yo estoy más que satisfecha. Me quedo esperando en el ascensor...por si alguien viniera...PAROLE, PAROLE, PAROLE. Es curioso el papel que juegan los eufemismos, casi tan importante como la ironía. Las palabras no escapan de las modas. Los medios de comunicación, la situación económica o la respuesta popular, sacan del trastero viejas palabras que ya nadie usa, las desempolvan, les ponen ropita nueva y las lanzan de nuevo al estrellato. Pues resulta que ahora ha estallado la desafección. Los medios de comunicación han diagnosticado que los ciudadanos españoles sienten desafección hacia su gobierno e instituciones. Como para partirse el culo, con perdón por la expresión. La primera reacción es la risa, la carcajada bruta, pero esta risa histriónica tiene que cederle el paso a la incredulidad y ésta al cabreo más descomunal. Y en eso estoy, unas veces me dejo llevar por el amor y otras por la guerra. Desafección. Resucitada de entre los muertos enciclopédicos, palabra re-nacida de la in-moralidad y, por tanto, mal-nacida. Desafección suena a enfermedad, a síntoma, a contagioso. -Doctor, padezco desafección, llevo un tiempo cabreada con nuestro sistema social, me dan náuseas los políticos y el sistema judicial, urticaria- Desafección significa mala voluntad,a secas, no hay más en el diccionario. Y si voluntades la facultad de gobernar nuestros propios actos, resulta que los españoles padecemos de nula capacidad para actuar libremente, de total ineptitud para el libre albedrío. Si ésta es la idea, creo que el término más apropiado debería ser desprecioo asco. Porque no estamos paralizados, ni muertos, ni mucho menos de parranda; estamos sencillamente hastiados de tanta inmundicia, ahora que hemos descubierto que los cimientos de nuestra sociedad están hechos de mierda, de “su” mierda. Aún así, yo me quedo con la idea de saber que la mierda que destapemos hoy será el estiércol de mañana. Todo esto viene a decir que estamos enfermos de sedentarismo ideológico, que el engaño al que hemos estado sometidos responde a nuestra propia incapacidad para descubrir ese mismo engaño. No es la pescadilla que se muerde la cola, sabemos qué fue antes -la gallina o el huevo- , no voy a consentir que por no haber descubierto la verdad se me considere en connivencia con la mentira. Hace tiempo que desterré la responsabilidad sobre sus obscenidades de mi conciencia, yo no consentí eso. ¿Desafección? Pues no señor, pero sí incomprensión, tristeza, rabia, dolor y mucho miedo. Así que, -por favor, doctor, póngame también algo que me cure la indignación, la furia febril y el enojo elevado, porque estoy muy cerca de no tener nada que perder y al final a todos nos va a salir más caro-. Y que conste que lo digo con toda la desafección del mundo.