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Dicen los lugareños que si no fuera por la caza, el parque no se conservaría virgen. En mi opinión, esto no es del todo cierto: la pureza del parque no se debe tanto a la caza como a las circunstancias históricas en las que la caza se engloba como un elemento más. Repasemos: Cabañeros, antes de ser declarado Parque Nacional en 1995, era la mayor finca privada de toda Europa; un reducto para señoritos con escopeta donde paraban los Albertos, los Botín o los Borbón. A mediados de los ochenta, el Ministerio de Defensa plantea instalar en estos terrenos un campo de tiro, decisión que levanta una gran polvareda en la opinión pública y que finalmente desemboca en la declaración de parque nacional. La teoría de los oriundos es que el hecho de que las tres cuartas partes de Cabañeros hayan sido históricamente privadas, ha permitido, a la larga, el mantenimiento del bosque mediterráneo en su estado primigenio; no hay especies foráneas y tan solo se han extinguido los lobos y los osos. Sea como fuere, la polémica sigue viva y la gente de la zona defiende su medio de vidaa toda costa. El hecho de que el parque apenas haya sido pisado por el ser humano, parece otorgarles cierta razón.
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