Antes de dirigirnos a la senda visitamos la casa del parque, situada muy cerca del lugar de comienzo de la ruta. Allí vimos las diferentes exposiciones que tienen y nos informaron sobre el Parque Natural (mas info aquí).
Comenzamos la ruta en dirección a la ermita de San Bartolomé, un sitio enclavado entre peñascos de roca caliza que según cuentan eligió la orden del Temple como lugar de retiro.
En el mismo sitio podemos visitar la cueva grande, habitada desde la Edad de Bronce.
Hasta este punto es el recorrido más visitado, de ahí en adelante la mayoría de los visitantes no continúan. El camino que debemos seguir lo encontramos detrás de la ermita por el borde del río, está bien señalizado por lo que no tiene pérdida.
Cuando avanzamos por la senda enseguida llegamos a una zona llamada "El colmenar de los frailes" donde, aún hoy en día, nos encontramos con colmenares fabricados con troncos de árboles huecos.
Seguimos entre vegetación de ribera por la orilla del río Lobos donde en los tramos más lentos nos encontramos con gran cantidad de nenúfares.
Sin olvidarnos en ningún momento de las paredes rocosas que rodean la senda las cuales han adquirido formas, gracias a la acción del agua, de lo más llamativas.
El recorrido de la senda es muy entretenido ya que hay que atravesar el río varias veces saltando de piedra en piedra, además es fácil encontrarse con diferentes plantas que nacen desde la misma roca desafiando la ley de la gravedad.
Lugar idóneo para la observación de aves rupícolas como es el caso del buitre leonado que eligen las repisas de las paredes del cañón para colocar sus nidos. Otras aves fáciles de ver son las grajillas, chovas piquirrojas, alimoche e incluso con un poco de suerte el halcón peregrino.
Después de caminar 12 km llegamos al final de la ruta, el puente de los siete ojos. A 200 m del puente hay un área recreativa con mesas donde comimos y nos preparamos para la vuelta desandando el camino realizado.