En tiempos del segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso Mogrovejo, se erigieron dos parroquias. La primera, San Lázaro, en el barrio del Rímac, habitado fundamentalmente por indios. Allá existía desde 1563 un hospital o Ladrería de San Lázaro, fundado por el espadero Antón Sánchez salas para cuidar, alimentar y proteger a los leprosos. Junto al hospital se levantó una capilla que sirvió a los fieles del barrio. En 1601 se erige como viceparroquia de la Catedral. En 1739 fue elevada al rango de parroquia. La otra parroquia fue la de San Marcelo que, aunque existía como capilla desde el obispado de Loayza, fue erigida como parroquia en 1584, siendo su primer párroco el P. Juan Lázaro Najarro. El pobre templo de los primeros años fue enriquecido al ser habitado el barrio por gente pudiente, de tal modo que en 1599 era ya una de las mejores parroquias. Constaba de tres naves, presidiéndolas un excelente retablo dedicado a la Virgen de los Remedios. En tiempos de la República, debido a la regulación del tráfico del centro de la ciudad, se tuvo que seccionar el templo en una de sus naves.
Ubicada en el jirón Rufino Torrico, esquina con la Av. Emancipación, en el Centro Histórico, es uno de los templos más antiguos de Lima. Sus orígenes se remontan a 1551, en que la Orden de San Agustín llega a la ciudad de Lima y se establece en esos terrenos, en breve tiempo levantaron el templo de San Marcelo. En 1585 es elevada a la categoría de parroquia, por Santo Toribio de Mogrovejo, quedando desligada de la Orden Agustina En su interior son veneradas las imágenes de San Marcelo, Nuestra Señora de los Remedios, El Sagrado Corazón de Jesús, El Señor de la Caña, La Virgen Dolorosa, San José y Santo Toribio de Mogrovejo.
Su fachada es de estilo churrigueresco y rococó. En su interior guarda un bellísimo retablo dedicado a la Virgen de los Remedios quien acoge a los peregrinos, sus hijos desde el Altar mayor.
El coro, el baptisterio, la sacristía, todo derrocha espacio y sencillez, calidez y elegancia. Predomina entre sus cuadros la figura de San Francisco Javier, el santo misionero.
La Parroquia de San Marcelo, creada en 1585 es uno de los templos coloniales más hermosos y tradicionales de Lima..
Les comparto su web y la magnífica descripción del P. Antonio San Cristóbal. A ver si entre todos apoyamos a la gran rifa y pueden lograr la perfecta refacción.
Les pongo dos imágenes de Santo Toribio; la primera es una réplica de la que estuvo siempre en la Capilla del Puente y que se regaló al Sr. Cardenal Arzobispo, sucesor del Santo; la segunda es una copia de las encargadas por el Cardenal Landázuri.
Les adjunto su web para contactar y apoyar a su refacción total con la compra de papeletas para una rifa.
http://www.parroquiasanmarcelo.org/
LA IGLESIA DE SAN MARCELO
P. Antonio San Cristóbal Arquitectura religiosa virreinal de Lima (UCSS, Lima 2011)
En la iglesia de San Marcelo, tal cual luce actualmente, encontramos un ejemplo de lo que no debe hacerse si se trata de restaurar algún monumento histórico. Asistía toda la razón del mundo al clásico Wethey cuando despotricaba contra la fachada de cemento que han antepuesto en el muro de los pies en sustitución de la autentica fachada virreinal. Aquella fachada, representativa en la portada y los campanarios del barroco limeño, ha sido suplantada por una burda imitación de la iglesia de San José en la hacienda Ingenio de Nazca, a cuyo diseño se añadieron otros elementos redundantes, como ciertos frontoncillos curvos abiertos. Y una recarga ornamentación que no tiene correspondencia en las portadas y campanarios limeños.
La primitiva iglesia de San Marcelo tenía hasta la segunda década del siglo XVIII muy sencilla apariencia, por haber sido levantada en un barrio de gente pobre. Nombraron mayordomo de la fábrica por aquellos años al sacerdote don Bartolomé Lorenzo, hombre emprendedor y hábil administrador; quien renovó por completo la iglesia inicial. Se rehicieron primeramente los muros externos; después de lo cual se labraron nuevas cubiertas. Por concierto notarial del día 3 de agosto de 1615 concertó con el carpintero Alonso Velázquez la armadura de alfarje de cinco paños para la capilla mayor: tenía esta obra “quince varas de largo y trece de ancho”; con la particularidad de que mediante cuatro estribos “han de ochavar la capilla despojando las esquinas”, a la manera del muro testero de a iglesia de Santa Clara en Ayacucho. El mismo carpintero se encargó de labrar otro alfarje similar para el cuerpo de la iglesia que sirvieron como modelo para las que posteriormente se hicieron por el mismo carpintero en la iglesia de San Sebastián.
El cronista Bernabé Cobo, que conoció la primitiva iglesia tan pobre, afirmaba después que “finalmente es hoy esta la mejor y más bien acabada de las parroquiales de esta ciudad”. Quedó terminada como una iglesia enteramente mudéjar, con la clásica división en la capilla mayor y el cuerpo de la nave. No se labraron en ella bóvedas de cal y ladrillo del modelo gótico arcaico. El acondicionamiento de los retablos correspondió al estilo del barroco inicial propio del primer tercio de siglo XVII.
Encargó Bartolomé Lorenzo los retablos a los mejores ensambladores de la ciudad. A Martín Alonso de Mesa le encomendó el retablo para el altar mayor por dos conciertos notariales: el 19 de abril de 1616 concertó con él la hechura del primer cuerpo; y el 12 de diciembre de 1617 concertó la terminación del retablo. Hizo también labrar para su propio entierro un retablo-sepulcro, encargado a Luis Ortiz de Vargas, uno de los postores a la sillería del coro de La Catedral, por conciertos de 19 de octubre de 1619 y de 14 de octubre de 1620.
Aquella iglesia de San Marcelo perduró hasta el terremoto de 1687, que arruinó las bellas techumbres mudéjares. Como en tantas otras iglesias limeñas, también en la de San Marcelo se sustituyeron los alfarjes mudéjares por las bóvedas de medio cañón corrido. Volvió de nuevo a sufrir destrozos en el terremoto de 1746: y fue después de esta fecha cuando se emprendió la reconstrucción más completa del interior, de los retablos, de la portada y de las torres. Al final de todas estas reconstrucciones quedó la iglesia de San Marcelo transformada en barroca, del último periodo sin rastro alguno de su anterior prestancia mudéjar o barroca inicial.
En el cuerpo de la iglesia, aprovechando lo que sin duda habrían sido dos capillas-hornacinas similares a las de La Sma. Trinidad y de Ntra. Sra. de Copacabana, han abierto dos arcos para comunicar el cuerpo de la nave con otra nace lateral que no perteneció a la planta primitiva, y que rompe la unidad de la planta tradicional en las pequeñas iglesias de medio cañón sobre el sencillo entablamento que carece igualmente de ménsulas superpuestas. En la bóveda han rasgado toscamente las aberturas para la iluminación superior; pero no ornamentaron las ventanas con los clásicos lunetos que tanta belleza confieren las ventanas abiertas sobre las bóvedas.
Guarda la iglesia de San Marcelo un valioso mueblaje litúrgico de retablos tardíos. Algunos retablos laterales fueron traídos desde la iglesia secularizada de San Carlos; y otros son propios de San Marcelo. El gran retablo del altar mayor data de 1761, según reza la inscripción que se lee el mismo retablo, en la que no figura en nombre de un tal ensamblador Chaparro a quien atribuye el retablo Vargas Ugarte sin citar la fuente de su información. Se sustituye las columnas del retablo mayor por figuras humanas; y sobre el nicho central se cierra un gracioso arco trilobulado semejante al que cubre el nicho central de la portada de La Merced. Es también notable en el púlpito con tallas en los paneles y ornamentación tardía en las pilastras. Asienta en el arco de entrada al batisterio una gran reja de madera del mismo estilo y de la misma época que las que cierran s capillas laterales de La Catedral; pero la han completado en San Marcelo con un frontis superior barroco correspondiente a la segunda mitad del siglo XVIII y acaso contemporáneo del retablo mayor.
Al repasar las viejas fotografías de Lima, recordamos con profunda perna la fachada con la portada y los campanarios que tuvo la iglesia hasta la desastrosa conversión actual. Aquella fachada que no se supo conservar expresaba los lineamientos del barroco limeño que surgió después del terremoto de 1746. Las anchas plataformas sobre el mura frontero liso sobre las que se asentaban los pequeños cuerpos de campanas circundados por balaustradas de madera expresan la última aportación creadora de la arquitectura limeña.